Más allá del inicial e ingenuo error táctico del Govern, al anunciar a bombo y platillo su proyecto de decreto sobre la enseñanza en lenguas extranjeras en los centros educativos de nuestras islas como si se tratase de una norma previamente consensuada, el borrador sometido a información pública, aunque mejorable, contiene elementos muy positivos, que sin duda posibilitarán que aquellos colegios e institutos con voluntad de profundizar en el tema, puedan hacerlo sin trabas, decidiendo cada uno de ellos el ritmo y la extensión de su proyecto plurilingüe.
El argumento clave de oposición de la práctica totalidad del sector educativo contra el TIL de Bauzá era que suponía un absurdo y antipedagógico ‘café para todos’ que, además, desconocía por completo la diversidad de nuestra oferta y las necesidades del alumnado escolarizado en los distintos colegios y que, como colofón, nacía sin el más mínimo apoyo. La inmensa mayoría de los opositores al TIL aducían en su contra, pues, la negación a los centros de la autonomía pedagógica que consagra la ley y que el TIL encubriera, como finalidad más o menos inconfesable, recular en cuanto a la enseñanza en lengua catalana. Por supuesto, casi todos estos antagonistas del decreto bauzaniano manifestaban que no estaban contra la enseñanza en lenguas extranjeras, pues sabían que afirmar lo contrario sería muy impopular y les haría perder el apoyo de la sociedad civil que, casi unánimemente, reclamaba que sus hijos aprendieran, sobre todo, inglés, y que lo hicieran de forma que pasase a ser tu tercera lengua, de uso natural y habitual en los ámbitos académico y profesional. Sin embargo, hete aquí que el chasco ha sido que a una parte considerable de los opositores al TIL -no precisamente de órbitas políticas de la derecha- no les gusta tampoco el nuevo decreto de Martí March, porque, en el fondo, ellos no están solo contra el hecho de que les obliguen a implantar un proyecto plurilingüe precocinado desde el govern –esquema de Bauzá-, sino que incluso rechazan que cada comunidad educativa tenga libertad plena para poder implantar su propio modelo lingüístico que contemple la impartición de áreas en inglés –esquema propuesto por el equipo de March-. Lo que realmente quisiera este sector –afortunadamente minoritario, pero ruidoso- es, directamente y sin ambages, que el Govern prohibiera a los centros que desarrollan un proyecto plurilingüe que siguieran haciéndolo, cosa que, por cierto, el ejecutivo no podría hacer sin vulnerar la ley. Estos gurús, apóstoles farisaicos del perro del hortelano, no están dispuestos a realizar esfuerzo alguno para que en la enseñanza pública –la única que reconocen- se vayan implantando programas sensatos de plurilingüismo. Pero, además, para no quedar rezagados con relación a la enseñanza concertada –algunos de cuyos centros hace casi veinte años que tienen implantados este tipo de programas-, en lugar de proponer planes de formación de profesorado, dotación de recursos didácticos adecuados, asignación de auxiliares de conversación ‘nativos’, y todo aquello que les permita ir salvando progresivamente las diferencias con los centros pioneros –que son algunos públicos y la mayor parte de los concertados-, lo que plantean es negar a los colegios el derecho a seguir con su planificación.
En suma, igualar a la baja. Si nadie destaca, entonces parecemos todos iguales, aunque sea igual de malos e incompetentes. La oposición al modelo de March, con pretextos falsos como la supuesta ausencia de experiencias y estudios previos suficientes, propone, por ejemplo, volver al esquema de las ‘secciones europeas’, mecanismo segregador del alumnado que, en muchas ocasiones, ha servido, de forma encubierta, para ofrecer la enseñanza trilingüe solo a los alumnos más aventajados, que es tanto como decir a los social y culturalmente más favorecidos. Los ayatolás de la enseñanza supuestamente igualitarista son, en realidad, enemigos de la igualdad de oportunidades.
March ha acertado con su planteamiento, aunque el texto no es perfecto y puede y debe experimentar mejoras. Haría muy mal el conseller en ceder a los cantos de sirena de aquellos que, por mera comodidad, no están dispuestos a brindar a sus hijos la oportunidad de recibir una enseñanza trilingüe, cualquiera que sea el colegio en el que estén escolarizados.