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Relación insatisfecha

Por Francesca Jaume

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Estudios de análisis de conductas políticas de los ciudadanos revelan que éstos desisten de luchar por un cambio en un escenario de régimen poco democrático siempre que su bienestar socioeconómico adquiera un determinado índice de confort. O, por decirlo en otras palabras, cuanto más rico se es menos se intenta cambiar el status quo político. Una dictadura que procura que los subyugados no tengan problemas de carácter crematístico tiene más asegurada su pervivencia.

El mensaje que sacamos de ello es que cuando un ciudadano se siente satisfecho con su situación no tendrá necesidad de reclamar un cambio político. De ahí que sea inteligente para un gobernante procurar la satisfacción de sus conciudadanos.

Éste domingo se celebran unas elecciones que, aunque tengan carácter autonómico, han devenido totalmente un asunto de estado. Medios de comunicación, patronales y dirigentes de otros estados han contribuido totalmente a ello -y se nota a mil leguas que ha sido de manera dirigida- utilizando una táctica del miedo que puede tener efecto boomerang.

En estas elecciones, jurídicamente no plebiscitarias, una cantidad ingente de catalanes -el porcentaje lo sabremos a media noche- van a expresar que su situación socioeconómica no les compensa el malestar de sentirse maltratados por parte del estado (si lo están o no va a opinión de cada uno). Por ello, llevan razón aquellos que reprochan al Gobierno que no haya hecho la más mínima autocrítica.

Día a día, semana tras semana, año tras año se ha creado un caldo de cultivo de enfrentamiento social que no ha sido calmado por parte de los políticos en base a una empatía, ánimo de comprensión o voluntad de limar asperezas. Todo lo contrario. Desde hace varias legislaturas, se ha querido aplastar un nacionalismo ensalzando el españolismo, que al fin y al cabo también es nacionalismo. Se ha echado gasolina sobre el fuego.

Por otra parte, me gustaría preguntar a todas esas personas que continuamente realizan  comentarios despectivos hacia los catalanes en las redes sociales, por qué luego están en contra de que se independicen. Yo no querría estar con quien no me gusta. A nivel social, no cabe duda de que es una situación kafkiana para los independentistas sentir que quien te desprecia y te insulta luego no deja que te marches.

Alguien podrá decir que los cruentos comentarios sólo van dirigidos a los independentistas, y que éstos en absoluto suponen el 50% de la población. El problema es que, sin un referéndum, no podemos saber de manera más precisa qué porcentaje de catalanes estarían a favor de una secesión.
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