La derecha antiliberal

MARC GONZÁLEZ. Cada vez que oigo en boca de algún representante de la izquierda calificar al gobierno español (incluso a nuestro govern) de ultraliberal, neoliberal o, simplemente, adalid de políticas liberales, me entran retortijones. ¿En qué escuela habrán estudiado? Lo mismo sucede cuando, entre bastidores, algún miembro destacado del PP se autocalifica como tal, para tirarse el moco.

La derecha española, con poquísimas excepciones, no tiene nada de liberal, sino de ultraestatista e hiperintervencionista, como fruto de la huella intelectual que les labró en el cerebro el autoritarismo franquista. Hasta en los más nimios detalles regulan todo lo que se puede regular, en eso no se diferencian un ápice de Izquierda Unida. Otra cosa es que traten de beneficiar a sujetos distintos.

El liberalismo es algo serio y completamente alejado de los postulados de individuos como el veleta Rajoy y sus ministros Montoro, De Guindos, Ruiz Gallardón o Wert, por citar algunos lamentables ejemplos.

A estos, lo que les pone es mandar y que alguien les de órdenes para obedecerle sumisamente, ya sea un caudillo o una caudilla como Angela Merkel.

Los liberales son los primeros revolucionarios, la burguesía contra el antiguo régimen, aquellos que aman la libertad y la genuina individualidad del ser humano. Aplicada a la economía, la teoría liberal puede -aunque no necesariamente sea así- favorecer el abuso del poderoso, la concentración y otros excesos contrarios a los propios principios del liberalismo. Por eso, el liberalismo actual debe asumir un componente social que ayude a sortear estos peligros, pero no para negar la base del pensamiento liberal, sino justamente para preservar su esencia.

Sinceramente, no sé qué puñetas es un neoliberal, me temo que alguien que, precisamente, de liberal no tiene nada.

En mi juventud, que alguien fuera calificado de "muy liberal" comportaba un halago, algo totalmente enfrentado a conservador o carca. Ahora, liberal se está convirtiendo en un insulto. No me extraña que sea así, puesto que se está vendiendo la especie de que Rajoy y su gobierno son liberales.

Esta semana, José María Aznar le leía en público la cartilla a Rajoy, con el consiguiente enfado del entorno de éste, que antes le reía todas las gracias al primero y ahora está a muerte con el segundo. El estómago manda. Las razones de este torpedo a la línea de flotación se apuntan como interesadas, lo cual no le quita ni un ápice de razón al expresidente. La derecha española se está ciscando en las clases medias que, tras el desastre del zapaterismo, esperaban políticas liberales, en favor de la iniciativa privada, no este retorno al intervencionismo neofalangista. Hay que bajar de una vez los impuestos para reactivar la economía, afirmó Aznar, amenazando con volver.

El castellano pasará a la historia como un presidente capaz de lo mejor y de lo peor, pero fue claramente de más a menos, y eso le condenó. En su primera legislatura, la mejor del período democrático -como me comentaba ayer el expresident Cristòfol Soler-, estableció una colaboración con el PNV y CiU que impulsó económica y socialmente a España y la influencia liberal sí se notó en diferentes ámbitos. Lamentablemente, su segunda legislatura, ya con mayoría absoluta, le llevó a confundir ésta con una patente de corso. Aparcó la colaboración con vascos y catalanes -craso error-, no supo prever las consecuencias de la burbuja inmobiliaria y, definitivamente, se le fue la olla en asuntos como la boda de su hija con el impronunciable Agag y su errónea adhesión a la invasión de Irak. Pero Aznar no perdió las elecciones, sino que fue el insustancial Rajoy en unión de la campaña que montó la izquierda a cuenta del atentado de Atocha los que provocaron el advenimiento del zapaterismo.

El PP se resquebraja porque el intervencionismo postfranquista y el liberalismo jamás podrán convivir en armonía. Sólo hace falta saber quién va a ganar esta pugna.