EMILIO ARTEAGA. La tuberculosis es una de las enfermedades infecciosas a las que dedica más esfuerzos la Organización Mundial de la Salud (OMS). No es raro si tenemos en cuenta que, de acuerdo con la información de la propia OMS, es la segunda causa mundial de mortalidad por una enfermedad contagiosa, después del sida. En 2011 se contagiaron unos ocho millones setecientasmil personas, de las que murieron un millón cuatrocientas mil.
Se considera que hasta un tercio de la población mundial puede estar infectada de tuberculosis, la mayoría con infecciones latentes, no enfermos, pero en riesgo permanente de desarrollar la enfermedad si se debilita su sistema inmunológico, y constituyendo un reservorio permanente del agente infeccioso, que supone un peligro para el resto de la población.
La ONU, consciente de la importancia de la enfermedad instauró el 24 de marzo como día mundial de la tuberculosis. La fecha no se escogió el azar. El 24 de marzo de 1882 el médico alemán Robert Koch expuso en la reunión vespertina mensual de la Sociedad Fisiológica de Berlín su ponencia titulada Über tuberkulose (Sobre la tuberculosis), en la que comunicó sus hallazgos sobre la causa de la misma, el bacilo tuberculoso, de nombre científico Mycobacterium tuberculosis, también conocido como bacilo de Koch. Al parecer, realizó su exposición en la Sociedad Fisiológica y no en la Sociedad Patológica de Berlín, que hubiera sido lo lógico, porque no se llevaba nada bien con Rudolf Virchow, a la sazón catedrático de Patología en la universidad de Belín y figura preemiente de la especialidad. Dos grandes médicos y científicos cuyas relaciones eran muy malas, nada nuevo bajo el sol. A los pocos días, el 19 de abril, Koch publicó su conferencia en la Berliner Klinische Wochenschrift (Semanario Clínico de Berlín), en el volumen 19, páginas 221-238, con el título: Die Aetiologie der Tuberkulose (la etiología de la tuberculosis), que es uno de los trabajos científicos clásicos y fundacionales de la Microbiología Clínica y de la Infectología.
Uno de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio es la detención de la propagación de enfermedad y la reducción a la mitad de su prevalencia y mortalidad para 2015. No parece que se vaya a conseguir, pero sí es cierto que, aunque lentamente, esta disminuyendo el número de personas que se contagian cada año, así como la tasa de mortalidad.
En 2008 se contabilizaron unos nueve millones cuatrocientosmil nuevos casos, de los que murieron un millón ochocientosmil, mientras que en 2011, como ya se indicado, fueron unos ocho millones setecientosmil, con un millón cuatrocientasmil muertes. La tasa de mortalidad se ha reducido en un 42 % entre 1990 y 2011.
Aunque la enfermedad afecta a todos los países del mundo, la mayoría de casos se producen en los países de renta baja y media, así como también el 95 % de las muertes. Es una de las tres principales causas de mortalidad en mujeres de 15 a 44 años y en 2010 unos diez millones de niños quedaron huérfanos porque sus padres murieron de tuberculosis.
Existen dos problemas especialmente preocupantes, la coinfección de tuberculosis y del virus del sida, de hecho la tuberculosis es la causa principal de muerte de las personas infectadas por el virus del sida, y la tuberculosis multirresistente, en la que el bacilo tuberculoso es resistente a varios de los antibióticos de elección para el tratamiento, los llamados antituberculosos de primera línea, y, más preocupante aún, la tuberculosis ultrarresistente, cuando también es resistente a algunos de los llamados antituberculosos de segunda línea o de reserva, quedando muy pocas posibilidades terapéuticas.
De acuerdo con las directrices y recomendaciones de la OMS, nuestro sistema sanitario debería establecer y garantizar el mantenimiento en el tiempo de programas dirigidos a
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la detección y el diagnóstico bacteriológico precoz.
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el tratamiento precoz y correcto, supervisado y controlado para garantizar su cumplimiento. Los tratamientos incorrectos o insuficientes son la causa principal de las tuberculosis multirresistentes.
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la detección precoz de los casos multirresistentes.
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la detección y tratamiento profiláctico, cuando proceda, de las infecciones latentes, especialmente entre los contactos de los pacientes.
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la atención especial a la coinfección de tuberculosis y virus del sida.
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reforzar los métodos de detección y seguimiento en atención primaria.
Como se puede deducir fácilmente, todo ello es incompatible con tener a una parte de la población, que además tiene mayor riesgo de padecer tuberculosis que la población general, excluida de la atención sanitaria.