JAIME ORFILA. Por fin se han hecho públicas las listas oficiales de espera quirúrgica, de atención especializada y de acceso a pruebas diagnósticas. No son cifras halagüeñas. Como era de prever, se han incrementado de una forma muy importante la mayoría de los indicadores de espera y en todos los sectores y ámbitos sanitarios. Ha sido un año de fuertes restricciones resupuestarias y el equilibrio financiero se ha erigido en el objetivo mayor de las políticas del Govern. Por ello, lo fácil es atribuir el deterioro asistencial, en exclusiva, a razones económicas y considerar el incremento del tiempo de espera como inevitable. Es obvio que los recortes han provocado una reducción de las derivaciones a centros concertados y han disminuido los recursos dedicados al auto-concierto; a la actividad realizada por los propios profesionales en los centros públicos. Ambas medidas tienen una influencia directa sobre la accesibilidad de los ciudadanos y sobre el tiempo que hay que esperar para ser atendidos o intervenidos. Las esperas representan un claro ejemplo de deterioro asistencial y se tienen que articular mecanismos para recuperar el tiempo perdido. Hay elementos que hacen pensar que el sistema sanitario es más precario que al inicio de la legislatura, más frágil y su funcionamiento más debilitado.
Sin embargo, por primera vez, en los dos últimos años, al referirme a “tiempo de cambio en el servicio de salud” lo hago en el sentido figurado y favorable del término. Es “tiempo de cambio” porque está cediendo la tempestad que ha acompañado la singladura hasta la fecha. Se nota una clara y persistente tendencia hacia la racionalidad en el hecho directivo y se están habilitando cauces de diálogo. El propio hecho de hacer públicas unas listas de espera que podemos considerar, sin tapujos, como malas, es un mensaje de realismo y una muestra de transparencia.
Contención del gasto y listas de espera
La contención del gasto y el incremento de las listas de espera, son dos hechos objetivos y objetivables. Quiero reflexionar sobre los aspectos que según mi opinión, han contribuido de una forma más importante, en términos absolutos, a ambas situaciones.
El gasto consolidado se ha reducido de una forma ostensible y ha contribuido al ahorro general. En realidad el nivel de gasto se correlaciona con el de hace 5 años. Las partidas de ahorro no provienen de las rimbombantes declaraciones que afectan a minúsculas partidas y a su extrapolación porcentual, ni a titulares de diseño. El verdadero ahorro, en valores absolutos, se ha centrado en la reducción de la partida farmacéutica, por la bajada de precios de los medicamentos y especialmente en la reducción de los salarios; el capítulo dedicado a los sueldos de los profesionales. Se han producido bajadas lineales y directas de los conceptos que integran el sueldo base, se ha retirado la paga extra de navidad, se ha aumentado la jornada laboral y se han reducido drásticamente conceptos complementarios del sueldo -como el desarrollo profesional- y se han reducido las sustituciones por permiso o enfermedad. Se puede explicar de muchas maneras, pero los profesionales sanitarios han colaborado de forma directa a la contención del gasto con su propio bolsillo; y a ellos hay que agradecérselo. Una parte muy significativa de las medidas de eficiencia anunciadas por el ejecutivo se han quedado en el ámbito de las declaraciones. Los anuncios de ahorro, por ellos mismos, no generan ningún ahorro.
En relación al incremento de las listas de espera cabe precisar, que junto a la disminución de la concertación, se han echado en falta actuaciones imaginativas e innovadoras que facilitaran la mejora de la productividad, acciones que aumentaran la motivación de los trabajadores, que redujeran la burocracia y que redefinieran procesos; se han dado demasiadas muestras de falta de solvencia en los directivos, de forma más notoria en el ámbito político.
El sector sanitario está desincentivado y más necesitado que nunca de elementos que generen cohesión, comprensión, participación profesional y ciudadana; recursos para la mejora de la calidad, como la recuperación del acceso a las novedades científicas y técnicas y avances en la mejora organizativa del trabajo.
Es urgente recuperar el contrato programa vinculado a los sectores sanitarios, profundizar en la coordinación entre los niveles asistenciales e instaurar una dirección por objetivos dotada de recursos equitativos y la consecuente evaluación de resultados; aquí y en cualquier parte del mundo ésta y solo ésta, es la base de la buena política empresarial, del buen gobierno.