MARC GONZÁLEZ. De auténtico delirio e intento de poner puertas a los sentimientos legítimos de un pueblo cabe tildar el aberrante anteproyecto de Ley sobre el uso de símbolos que ha preparado la conselleria de presidencia.
Si lo que pretende el govern es poner en cintura a los equipos docentes de los centros públicos para que dejen de restregarle a Bauzá lazos con los colores de la bandera que simboliza nuestra unidad idiomática, lo lleva claro, porque justamente es obligación de toda la administración autonómica -también de José Ramón Bauzá Díaz y de Antonio Gómez Pérez- la defensa de la lengua de la comunidad para cuyo gobierno estos últimos fueron elegidos. No lo digo yo, lo dice una ley orgánica del parlamento español, como es nuestro Estatut.
Si acaso creen que algún funcionario hace un uso político de la escuela, dispone el conseller de instrumentos legales y disciplinarios adecuados dentro de la regulación de la función pública. No hace falta legislar a toque de inflamación gonadal del president. Eso es muy cuartelero, pero aquí el general por antonomasia murió ya, afortunadamente.
De todas formas, Gómez se lo tendría que hacer mirar, porque mientras acusa a los profesores de hacer un uso político de la escuela por osar defender la lengua de esta comunidad, él mismo consigna en la página institucional de su conselleria, como excelso mérito curricular, que coordinó la campaña electoral del Partido Popular en las elecciones del 22 de mayo, supongo que a falta de títulos académicos. Curiosa mezcla institución pública-partido.
Y, si demencial y tontuna es la regulación represiva dirigida a los establecimientos públicos, la de las instituciones y personas privadas roza el estado de excepción y el toque de queda, porque claramente suspende derechos constitucionales, como la propiedad privada o la libertad de expresión. A los mallorquines, ningún guarda forestal murciano, ni ningún farmacéutico madrileño tienen que decirnos cuándo y por qué podemos exhibir la bandera que representa nuestro pequeño país, nuestra lengua y nuestra cultura. Con la bandera de Murcia y con la de Madrid -que me merecen todo el respeto, claro- que hagan lo que quieran, porque con la de Mallorca o con las cuatro barras de la senyera del Rei en Jaume haremos lo propio los mallorquines, los que no renegamos de ellas ni las escondemos, hayamos nacido dentro o fuera de las islas.
Es de risa que quien alimenta estas bobadas paranoides acostumbre a llevar en su muñeca pulseritas o pegatinas con la bandera española, o que cuente entre sus apoyos con el de entidades cuyo emblema sea una tergiversación histórica de la bandera mallorquina, algo que incluso se alienta. ¿Son tan escrupulosos con el uso y abuso de la bandera de España con ocasión de partidos de nuestra selección de fútbol? ¿Por qué se tolera que se exhiban por doquier banderas españolas con toros e incluso aguiluchos franquistas, si no son oficiales ni tienen el tamaño reglamentario?
Sobre este proyecto de Ley -cuya versión catalana contiene maravillosos barbarismos como ondear- tendrá que pronunciarse el Parlament, lo que es poco consuelo, habiendo lo que hay. Dicho finamente, a los parlamentarios mallorquines del PP les van a salir boqueras de continuar tragándose las ruedas de molino que les administran la cuadrilla de forasters anti-catalán que los comanda.
Están buscando incesantemente las cosquillas de un pueblo tolerante y pacífico, pero que comienza a tener sa mesureta plena. Al tiempo.