EMILIO ARTEAGA. Los medios de comunicación dedican una gran parte de los últimos días del año y, sobre todo, del último día, a realizar balances de lo acontecido durante los doce meses anteriores. Balances de ámbito internacional, nacional y local, generales y sectoriales. Casi todos suelen poner más énfasis en los eventos positivos, compensando en cierto modo el impacto de los negativos, lo que está en sintonía con el espíritu de estos días festivos, que pretenden proporcionar un cierto alivio de lo padecido y algo de esperanza para lo que está por llegar de inmediato.
Este 2012 ya traspasado, por desgracia, ha sido poco pródigo en acontecimientos positivos, para los ciudadanos españoles en particular y para el mundo en general. La crisis económica se ha enseñoreado de nuestra vida cotidiana y no nos abandona ni un momento y las decisiones políticas de nuestros gobernantes, municipales, autonómicos, españoles y europeos, no hacen sino ahondar cada día más en la herida.
Junto con los balances, como la otra cara de la misma moneda, se realizan informes de perspectivas para el año que empieza, en los que suele ser aún más evidente el sesgo hacia lo positivo, el intento de exponer los más favorables de los distintos escenarios razonablemente esperables. Para este neonato 2013, sin embargo, las expectativas no son nada halagüeñas y hay pocas esperanzas de mejora. Más bien al contrario, con la excepción de algunos políticos y algunos medios de comunicación afines, cuya credibilidad tiende a cero, la inmensa mayoría de analistas independientes prevén un más que probable empeoramiento de nuestra situación económica.
Una de las tradiciones más arraigadas de estas fiestas es la de los buenos deseos hacia los demás, tradición que no debemos abandonar y menos aún en las circunstancias actuales, pero quizás tendremos que revisar algunas de las frases habituales. En un capítulo de la serie televisiva Big Bang, Leonard Hofstadter entra en el piso que comparte con Sheldon Cooper con comida preparada y dice: “espero que tengas hambre”, a lo que Sheldon, interrumpiendo su actividad con el ordenador y medio girándose en la silla, contesta: “un deseo amistoso aquí, un sarcasmo en Sudán”. En estos momentos, desear aquí un “próspero año nuevo” podría ser, en según que casos, un sarcasmo. Siempre podemos desear, eso sí, paz y fortuna, o ventura, que es tanto fortuna como felicidad. Ya los ciudadanos romanos se encomendaban a la diosa Fortuna y deseaban a los demás “que Fortuna te sea propicia”. Esperemos que este año que hoy empieza, Fortuna nos sea propicia, más que nuestros gobernantes, de los que, me temo, poco bueno podemos esperar. Y si todo, como parece, sigue igual o empeora, será conveniente intentar hallar algún consuelo espiritual, ya que material va a ser difícil. Los creyentes pueden recurrir a la fe y a la resignación. Los no creyentes (también los creyentes) siempre podemos hacerlo a los clásicos. Para la circunstancia actual están especialmente indicados los estoicos. Lamentablemente, no nos ha llegado casi nada de los estoicos griegos, pero sí tenemos los Diálogos de Séneca, los Discursos de Epicteto (transcritos por Arriano), o las Meditaciones de Marco Aurelio, todos ellos disponibles en ediciones asequibles. Los principios y el espíritu del estoicismo pueden ser de gran utilidad y consuelo en estos tiempos en que el destino parece decidido a castigarnos sin piedad.
Y para acabar de confirmar que 2012 ha sido año nefasto, en los dos últimos días del año han muerto Rita Levi-Montalcini y Moisés Broggi, dos médicos extraordinarios, dos personas aún mejores. Ambos vivieron vidas largas y plenas, ella 103, él 104 años, conocieron de primera mano muchos de los horrores del siglo XX, padecieron a algunos de sus más repugnantes y criminales dictadores y siempre estuvieron al servicio de la humanidad, de la vida, de la libertad. Sus vidas y sus obras son un ejemplo para todos. Nuestros políticos deberían interesarse por ellas y meditar sobre su legado, quizás cambiarían algunas de sus prioridades y modificarían algunas de sus decisiones. Pero me temo que es una vana esperanza.