Ustedes verán: nuestros políticos tienen ganas de complicarse la vida, regulando lo que no es un problema. O, al menos, a mí nunca me lo pareció.
El Ayuntamiento de Palma, decía la prensa la semana pasada, prepara una normativa que prohibirá hacer encuestas o recoger firmas en la calle. Es decir, ya no podrá nadie pararlo y preguntarle si tiene tiempo para contestar un cuestionario. ¿Eso era un problema que exigía protección oficial? La verdad, a mí sólo me encuestaron unas pocas veces y siempre me preguntaron si me parecía correcto.
¿Entonces, a qué viene esta furia legisladora? Lo dicho, tienen pasión por regularlo todo. Puestos, ¿qué tal hacer que Emaya limpie? ¿O qué tal identificar a los vándalos que destrozan las vallas de los comercios del centro y obligan a sus propietarios a tener que repintar sus locales constantemente? ¿Qué tal iría primero resolver lo que es un problema para después ocuparse de aquello de lo que nadie se queja?