Lara pierde el sentido común

Cayo Lara, el líder de Izquierda Unida, dijo ayer que si Iñaki Urdangarín es culpable de los delitos que se sospecha cometió, el Rey podría ser su encubridor. El razonamiento parece impecable: ¿cómo puede ser que el suegro nunca se haya preguntado por los ingresos que explicaban el tren de vida de su yerno? Tenían que haber sospechado, por lo tanto encubridor.

La iniciativa de Lara se basa en la idea de que no haya discriminación hacia la Corona, por el hecho de ser Corona. Y a mí me parece correcto, sólo que estamos ante un disparate: si el suegro de Urdangarían debía de haber sabido algo, ¿cómo es que no se le ocurre pedir también que el padre y los hermanos de Urdangarín puedan ser acusados de encubridores? ¿Cómo es que la empleada de la limpieza de su casa no es detenida por no haber sospechado de que aquello no tenía lógica? Y, de la plantilla de Noos, todos deberían ir a la cárcel porque como ellos mismos decían, aquello apestaba. Y, por supuesto, todos los familiares. Y muchos periodistas que vieron los foros del deporte en los que no había nada que justificara los millones que costaron y callaron.

Obviamente, si hay un delincuente que se ha enriquecido o que ha mantenido un tren de vida llamativo, toda su familia y amigos deberían ser encubridores, con lo que los juicios, según Lara, deberían convertirse en causas familiares. Allí estarían todos los hermanos de Camps explicando cómo no les llamó la atención verlo en tantos trajes diferentes. Y no digamos las cúpulas de los partidos políticos que nunca atinan a preguntarse cómo es que sus campañas electorales son tan costosas cuando los recursos son tan escasos. O, más cercano a Lara, cómo es que algunos sindicalistas cobran 200 mil euros anuales, sin que sus camaradas los denuncien.

Se puede ser republicano, pero los argumentos no se deben llevar hasta extremos pintorescos, como hace Lara.