Soy consciente de que a pocos importa lo que sucedió ayer con Grecia. Da la impresión de que queremos ignorar aquello, tal vez pensando que así no tenemos riesgos de que nos ocurra. O de que nos contagiemos. Pero cada paso en la política económica europea conduce a medio plazo al mismo colapso.
Lo de ayer está siendo criticado de forma tan demoledora que no es posible explicarse cómo los políticos europeos han podido adoptar una decisión tan brutal. Ayer, para explicarlo en términos simples, Europa le dio 130 mil millones de euros a Grecia, a cambio de que aplique unas medidas económicas internas tan duras que es radicalmente imposible que el país se recupere. Se exigen recortes y más recortes, pero no se exige una calidad en la gestión -como sí está introduciendo Monti, por ejemplo-, ni se plantean fondos para políticas de regeneración del tejido productivo, virtualmente arrasado, ni una mejora radical en la recaudación. El único argumento que escuché a favor del paquete aprobado ayer en Bruselas, y probablemente no haya otro posible, es que es un excelente aviso para España, Portugal e Italia. Y, desde luego, lo es. Porque ayer se condenó al pueblo griego, que no es exactamente el mayor culpable de lo que sucedió en los últimos lustros, a pasar una década de miseria y penurias, cuando no a emigrar al resto de Europa. Los expertos consideran tan remota la posibilidad de que a partir del 2013 haya crecimiento en el país, que apuestan porque en un máximo de tres años se tendrá que volver a pedir dinero a Europa.
España, Italia, Portugal y Grecia gastaron durante estos últimos años como lo que eran, nuevos ricos. Sus gobernantes fueron los responsables (curiosamente, uno de ellos preside la Comisión Europea). Pero la Europa del Norte, rica y productiva, calló y ya le fue bien mientras ese dinero volvía a través del consumo interno del Sur. Nuestros 'audis' eran nuestra deuda y su riqueza. Ahora estos países irresponsables, muy especialmente Grecia, se encuentran con que no hay forma de pagar esa deuda. Entonces, Alemania y sus comparsas dicen que Grecia se apriete el cinturón. Claro que es necesario, pero ese cinturón no se puede apretar hasta el punto de que sea imposible la recuperación, de que se tenga que sumir al país en la más absoluta miseria.
Las cosas van por ahí, pese a la interesante iniciativa de Monti, Cameron y Rajoy, de pedir también un plan de relanzamiento de las economías. Pero la mentalidad de Merkel no da la impresión de que vaya a llegar mucho más lejos.
El derrotero de Europa empieza a ser muy problemático. No estamos hablando de una cuestión menor, sobre todo para un país como España que lleva ya cuatro años de penurias y que aún no ha logrado reducir su déficit por debajo del 8 por ciento del PIB.