Han estado cuatro años callados, haciéndose fotos con los gobernantes de turno, riéndoles las gracias, viendo cómo las cifras de paro se disparaban, pero ellos no han movido ni un dedo. Estaban tranquilos porque recibían lo que, según Lorenzo Bravo, les corresponde por derecho según marca Constitución española.
Ahora que les han tocado donde más les duele: las subvenciones, lo que en definitiva les da de comer, los sindicatos despiertan de su largo letargo y hacen sonar los tambores de guerra. Quienes hasta ahora han sido cómplices con los que gobernaban y no han hecho nada por defender los derechos de los trabajadores se indignan ahora y se erigen en salvadores de la patria.
Sin una pizca de credibilidad perdida por años de sumisión y docilidad, los sindicatos claman contra la reforma laboral y amenazan incluso con convocar una huelga general, eso sí, “cuando nos parezca”.