He visto las increíbles imágenes de Telecinco en las que se ve al duque de Palma literalmente corriendo por las calles de Washington, huyendo de las cámaras de televisión y de una periodista inquisidora que sólo quería preguntarle cuatro bobadas, porque de los comentarios en off se deduce que la chica no tenía ni idea de lo que decía. Increíble. De esta reacción del duque uno puede deducir que este hombre se encuentra muy incómodo con la presión mediática, y adoptó esta conducta ciertamente insólita, pintoresca, absurda. Pero poco más. Ninguna de las conclusiones que en términos absolutamente 'macarrónicos' se plantea la cadena de televisión tienen sentido: “¿Qué tendrá que ocultar?”, decían, como si esta carrera fuera un indicio de algo más serio, como si estuviera volando hacia la caja fuerte de un banco que le iba a cerrar.
Yo pienso que una persona, él o cualquier otro, tiene que estar sometido a lo que dicen las leyes para los casos de presunta corrupción; tiene que responder, como cualquier otra persona, por sus conductas; tiene que explicarse ante un juez, con su asistencia letrada. Pero pienso que nadie tiene que estar sometido al acoso cutre de unos medios de comunicación que no tienen el más mínimo interés por el meollo de los temas sino sólo por las simplicidades que les proporciona audiencia.
Por lo tanto, a mí me provoca bastante asco todo este circo que, por supuesto, tendrá su punto culminante en Palma en los próximos días, y que hasta puede por terminar desviándonos la mirada de lo que sí cuenta, que es el asunto ante los tribunales.