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Una ley que debería dar un vuelco al empleo

lunes 13 de febrero de 2012, 09:43h

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Desde luego, nadie podrá decir que el Gobierno se quedó corto con la reforma laboral, por más que se empeñara en presentar los datos más suaves en la portada de exposición y que se olvidara de contarnos que las empresas podrán recortar salarios casi a su gusto. Esta ley, tal como se ha aprobado en el Consejo de Ministros, supone un cambio radical en la forma en la que se entienden las relaciones laborales en España. Si el modelo legal anterior tiene culpa de la situación del paro en España, desde luego, hemos acabado con él de forma drástica, porque este sí es un vuelco radical.

Un cambio de estas dimensiones siempre asusta: uno se imagina que desde hoy, las empresas podrán despedir a quien quieran, prácticamente sin indemnización y sin tener que aducir más motivo que pérdida de negocio, lo cual es universal y se aplica en la casi totalidad de los casos. Un análisis un poco más detenido lleva a pensar que las empresas no se dedican a despedir, sino a crear trabajo, a buscar especialistas en lo que necesitan, a producir. Si sólo despiden, tendrán que cerrar, lógicamente. Por lo que, después de un periodo en el que habrá más rescisiones de contratos que nuevos empleos, debería venir una adaptación al mercado, los nuevos contratos y entonces sí, sin el supuesto temor a quedar entrampadas en contratos eternos. Esperemos que este periodo no sea eterno.

Quien sí saldrá seriamente perjudicado de esta legislación es el trabajador que con mucha antigüedad en la empresa, por edad, formación, desmotivación o lo que sea, había dejado de ser productivo y, por lo tanto, se mantenía en el puesto por el coste de su despido. Este tipo de trabajador tiene ahora un futuro negro, supuestamente en beneficio de otros más dinámicos.

Es pronto, por supuesto, para ver las consecuencias de la reforma, pero lo que sí se puede decir es que ha dado unos poderes impresionantes a las empresas, en detrimento del trabajador, sobre todo del que no era productivo, o no suficientemente productivo. Esto, que en teoría debería ser positivo, tiene ahora que casar con empresas que muchas veces tienen poca idea de su razón de ser, que más veces de las deseadas están dirigidas por gente de valía casi nula y de eficacia por demostrar.

Se abre, pues, un nuevo periodo de las relaciones laborales en España, casi en las antípodas de lo que teníamos. Esperemos que los resultados de esta ley estén también en las antípodas de los de la anterior.

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