Nosotros en España estamos demasiado ocupados en sobrevivir como para atender a las trampas que otros nos están preparando para mañana. Pero en algunos otros lugares de Europa hay verdadera alarma por lo que suponen los grandes grupos de comunicación (Google, Apple, Amazon y Facebook, fundamentalmente) en materia de invasión comercial de la privacidad de las personas. Hace pocas semanas unos jóvenes solicitaron a Facebook la información que esta compañía poseía sobre ellos y es realmente espeluznante: no sólo conocen, por supuesto, la información que le ha facilitado el cliente, sino que también tienen acceso a la casi totalidad de las visitas que ha hecho en la red, sus intereses, sus preferencias, sus inquietudes. El cruce de sus datos arroja un material que los propios interesados no eran capaces de imaginar: un verdadero cuadro en tres dimensiones de un consumidor, algo espectacular para el marketing, al menos.
Quienes dicen entender del futuro, comprenden que aquí, en estas bases de datos estrictamente privadas, se está decidiendo el poder del mañana porque, afirman, el poder será conocer a los ciudadanos, sus movimientos y sus preferencias. Un horizonte que tiene algo de retraso respecto de lo que Orwell creyó imaginar pero que es mucho más completo y maquiavélico que lo que él concibió: no se trata de controlar a las personas, sino sus gustos y preferencias; una vía indirecta, mucho más sutil, de ahogarnos.
Realmente un horror. Pero nosotros nos daremos cuenta cuando hayamos resuelto nuestras urgencias más inmediatas, que nos ocuparán aún algunos años.