Alarmante para las incontables familias que viven de IB3: las voces que hablan de su cierre vienen cada día de círculos más cercanos al poder autonómico. Sería una tragedia porque muchas personas, que no son responsables ni de la descabellada decisión inicial, ni de los despropósitos posteriores, han invertido su profesionalidad y sus vidas en este proyecto, condenado a ser un barco a la deriva en las aguas de nuestra caótica política local.
Es una pena porque, sin comerlo y sin beberlo, estas personas se podrían encontrar con que son las principales víctimas de algo que ni han hecho, ni han organizado, ni han ideado. Pero en este país las decisiones más trascendentales se toman sin pensar. Es cierto que nadie podía haber previsto la crisis, pero también es cierto que una región como esta, que no llega al millón de habitantes, difícilmente puede permitirse una televisión autonómica con todo lo que ello implica.