Está bien que la consellera de Sanidad rectifique su plan para reducir los servicios de urgencias del hospital de Manacor, en respuesta a las peticiones ciudadanas. Pero su rectificación, con ser positiva, pone sobre la mesa las dos grandes carencias de su área: en primer lugar, la ausencia de un plan de trabajo que permita a los ciudadanos saber qué se piensa hacer con la Sanidad, en el bienentendido que todos tenemos claro que hay que aplicar medidas de austeridad y, segundo, descalifica nuevamente a ese personaje pintoresco que el director general del IB-Salut, porque, saltándose su autoridad, se deja claro que ha sido la consellera quien rectifica a su subalterno.
Lo primero es bastante grave: ¿se puede saber qué quiere hacer el Govern con la Sanidad? Si es que hay un plan, si no estamos ante una constante improvisación, ¿pueden dialogarlo con los estamentos más representantivos? Estamos de acuerdo con que la oposición tiene interés en hacer desgaste del Gobierno, pero aquí hay muchos otros estamentos que quieren lo mejor para la Sanidad, por lo que con ellos sí se puede hablar. El mismo día en que el PP vota contra el copago -otra idea del director general-, podrían explicarnos qué recortes, de qué dimensión, se van a aplicar. O, si como han dicho hasta ahora, no habrá ningún recorte. El plan, en definitiva.
Lo segundo es igualmente significativo: lo que acaba de trasmitirse a la sociedad es que Bestard va por un lado y Castro por otro; que el primero es un elefante en una cacharrería y la otra va detrás resolviendo sus desaguisados. La lógica dice que el primero, si tuviera un poco de coherencia, debería marcharse. Pero si no es así, alguien tiene que explicar cómo van las cosas, porque no se puede admitir que el Govern desautorice tan frecuentemente a su subalterno y todo siga como si nada.