Podemos llamarle libertad de expresión; podemos decir que se trata de que la opresión del Gobierno de Estados Unidos está, de nuevo, descontrolada; podemos decir que es un acto de barbarie contra la libertad básica del ser humano; pero nada consigue disimular que detrás de las críticas a muchos aspectos de las restricciones a Internet hay pura y simple choricería.
Vamos por partes: es cierto que hay discos a precio de oro; es verdad que hay libros que no se pueden vender a los precios desmesurados que se están pidiendo; pero, admitido todo eso, al final queda una pregunta muy simple: quienes acceden a 'megaupload' ¿lo hacen para protestar o simplemente para cometer una apropiación indebida? Más bien lo segundo y más bien sin reparos.
Todo está muy bien, pero al final el que ha escrito un libro tiene derecho a cobrar por ello; quien ha compuesto una canción tiene derecho a cobrar por su arte y quien ha arriesgado su dinero para producir una película debe ser compensado. Probablemente deberemos introducir correcciones, repensar el modelo o lo que quieran. Pero se me ocurre que la solución natural es que quienes disfrutamos con estas producciones, las paguemos. De la misma manera que pagamos por disfrutar de una prenda de vestir o de una comida en un buen restaurante y no se nos ocurriría mencionar la libertad, ni el derecho a la vestimenta o a la comida. No porque haya muebles caros, no porque los haya malos, la gente entra en Ikea y se lleva las cosas defendiendo su libertad de expresión. Esto es algo bastante más sencillo.