El PP ha dicho digo donde dijo Diego y ha decidido que en la Cámara alta, ese Senado que muchos nos empezamos a preguntar para qué sirve, se sigan utilizando los pinganillos para que sus señorías puedan entender a los que hablan en catalán, vasco y gallego. Un sistema de traducción simultánea que cuesta 12.000 euros por sesión, una cifra que en estos momentos es de vergüenza ajena, porque todos hablan y entienden una misma lengua.
¿Han perdido los senadores el sentido de la realidad? ¿Cómo permiten un gasto absolutamente inútil cuando los recortes asolan España entera? ¿Cómo se puede permitir este despilfarro en un país con cinco millones de parados? ¿Cómo se puede dar luz verde a este sinsentido? No lo entiendo, de verdad.
Mientras la sanidad hace aguas por todas partes, la educación vive uno de sus momentos más críticos, las ayudas sociales no llegan, el desempleo se agudiza, los sueldos se bajan o se congelan y mucha gente empieza a saber lo que es la pobreza, sus señorías, una casta privilegiada, deciden que necesitan un sistema de traducción simultánea para satisfacer sus ansias nacionalistas, eso sí, a costa del dinero de todos los que todavía pueden pagar.