Palma, la nueva Venecia

Una vez más y ya van ¿cinco? ¿diez? ¿veinte? -sinceramente he perdido la cuenta- un buen número de calles en Palma se ha vuelto a inundar por las lluvias de estos últimos días. Cada año, cada temporada, ocurre lo mismo. Cuando llueve un poco más de la cuenta las aceras se convierten en ríos, los pasos de peatones desaparecen bajo enormes balsas de agua que ni los más valientes ataviados con katiuskas se atreven a cruzar y caminar por las calles de Palma se convierte en misión imposible a no ser que uno disponga de una piragua. ¿Tan difícil es acondicionar las calles, prepararlas para la temporada de lluvias? ¿Por qué no se limpian las alcantarillas para que puedan tragar todo el agua que cae? ¿Por qué año tras año, gobierno tras gobierno, nadie toma cartas en el asunto? ¿Por qué no se arreglan los desniveles y socavones que hay en muchas calles, algunas no tan antiguas, para evitar que se acumule el agua?