Nostálgicos de la solución final
lunes 06 de enero de 2014, 16:41h
Que el fascismo y el nazismo están en auge en Europa es algo sobre lo que ya han escrito columnistas, articulistas y analistas cuyo currículum les convertiría sin duda en candidatos a ocupar un lugar en alguna cuneta a manos de los partidarios de tales movimientos si volvieran a hacerse con el poder.
Entre el fascismo y el nazismo hay algunas diferencias, pero se parecen en lo esencial. Tras una épica inventada y una simbología delirante, llega el exterminio sistemático de las libertades, de la democracia y, por último, del disidente, concepto éste de perfiles difusos en el que caben los disidentes ideológicos, los disidentes religiosos, los disidentes étnicos, los disidentes económicos…
El parecido entre el fascismo y el nazismo les ha conducido a actuar de forma conjunta y coordinada en la Historia.
Por ejemplo, en la Guerra Civil española, los fascistas españoles recibieron el apoyo de los fascistas italianos de Mussolini y de los nazis de Hitler. A cambio, la España fascista apoyó a Hitler ya en noviembre de 1938 justificando y jaleando la que fue conocida como “Noche de los Cristales Rotos”, inicio de una persecución del régimen nazi contra el pueblo judío que se extendió a lo largo y ancho de la Europa ocupada por los nazis y que concluyó con el exterminio de más de seis millones de inocentes por el simple hecho de ser lo que eran (ver artículo de Alejandro Baer de 11 de noviembre de 2008 publicado en El País).
El apoyo del fascismo al nazismo fue más allá de la mera propaganda.
En la IIª Guerra Mundial las tropas italianas participaron activamente en los combates en el Norte de África, Albania y Grecia.
Y la División Azul, a la que se alistaron de forma más o menos voluntaria hasta unos 45.000 españoles, participó junto con tropas de la Wehrmacht y de las SS en una de las campañas más crueles de las que se pueda tener memoria, como fue el sitio de la ciudad de Leningrado, que provocó la muerte de más de un millón de civiles inocentes, buena parte de ellos por hambre y congelación.
La venta del wolframio procedente de Galicia para el armamento alemán, el diseño de la Operación Félix, el cambio del huso horario de España para adaptarnos al horario alemán o la política de puertas abiertas y protección que la España fascista de Franco propició a favor de los refugiados nazis, cómplices de Hitler, son otros ejemplos de esta estrecha colaboración.
Esta alianza histórica permite que actualmente en determinados grupúsculos coexistan a la perfección neonazis y fascistas. Y estos grupúsculos, residuales hasta hace poco en número de partidarios y, desde luego, inexistentes en relevancia política o intelectual, están en auge sin que a nadie parezca importarle demasiado.
Y la verdad es que hay cosas que no entiendo ni entenderé. Es más. Hay cosas que no quiero entender. Es evidente que la crisis genera un auge del populismo y de la desesperación, y que la crisis económica de los años 30 se parece bastante a la actual, provocando fenómenos políticos similares.
Pero nada de todo esto podría justificar en lo más mínimo que una persona, en su sano juicio y en pleno uso de sus facultades mentales, levante el brazo en forma de saludo fascista o nazi, porte una bandera con simbología peligrosamente parecida a la esvástica, se defina a sí mismo como admirador de Hitler o forme parte de los teóricos del negacionismo del Holocausto.
Transcurridos casi setenta años desde la finalización de la IIª Guerra Mundial, tenemos toda la información necesaria respecto a qué fue y qué provocó el auge fascista y nazi en Europa.
Tenemos imágenes y testimonios de la persecución de judíos, gitanos, homosexuales, disidentes políticos y de su exterminio sistemático, industrial, contabilizado por millones de seres humanos ejecutados.
Tenemos los datos de los millones de vidas de militares y de civiles que exigieron el nazismo y el fascismo para desaparecer de (casi) toda Europa en su vorágine de destrucción.
El 27 de enero se cumple el aniversario de la liberación por parte del Ejército Soviético de los campos de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau. Las imágenes de lo que encontraron debieran ser el mejor remedio contra la intolerancia.
A pesar de disponer de tanta información, a pesar de conocer perfectamente lo sucedido en Europa en aquellos espantosos años, algunos se declaran nostálgicos de la barbarie, amparados en un régimen de libertades que ellos liquidarían.
Algunos sacan pecho al lado de banderas fascistas y nazis, brazo en alto, alardeando no saben bien si de una superioridad étnica, patriótica o moral respecto a los demás.
Esa actitud incomprensible de enorgullecerse de las cámaras de gas, de las fosas comunes, de los guetos, de los experimentos médicos de Mengele, en Alemania es directamente delito. Parece que en otros sitios se decide mirar hacia otro lado o, directamente, se permite abiertamente.
Posiblemente estamos ante un problema de idiotez colectiva, o de un problema de incultura, o de todo a la vez. Pero desde luego la solución no es pasar por alto determinadas conductas de algunos ciudadanos que, amparados por la libertad que les proporcionamos, conspiran y maquinan para acabar con la democracia y, por supuesto, con los demócratas de todo signo.
Es falso que todas las opiniones sean respetables. Estoy harto de esta absurda expresión tan repetida en los medios de comunicación y utilizada habitualmente por aquellos que jamás respetarían la opinión del que tienen enfrente.
No todas las opiniones son respetables. No es respetable la opinión de alguien que defiende la supremacía de una supuesta raza aria, o de alguien que considera que los judíos, los gitanos, los negros, los homosexuales, los comunistas, los demócratas… es decir, todos menos él, deberían acabar en una cámara de gas o en una cuneta. No es respetable la opinión de alguien que vulnera los derechos de los demás con el único amparo de ser más fuerte, estar más enfermo o tener mayor poder bélico.
Y ningún sistema democrático debe amparar semejante basura “ideológica” sino, por el contrario, hacer como los alemanes, es decir, proteger la democracia contra estos indeseables nostálgicos de los asesinos a través del Código Penal.
Hay que estar muy atentos. Estos grupos son numerosos y están bien organizados y financiados. Nuestra tolerancia y nuestro sistema de libertades es su mejor refugio. Y quizás, cuando queramos reaccionar, será tarde.
La primera piedra de Auschwitz, de Schasenhausen, de Matthausen, de Treblinka y del asesinato sistemático de millones de personas, entre ellos seis millones de judíos fue la victoria del partido de Hitler, el NSDAP, en las elecciones alemanas de 1933. Y la segunda piedra de esos campos fue la cobardía, la desidia y el miedo de las democracias occidentales a parar los pies al fascismo y al nazismo en su momento. De haber reaccionado a tiempo, 70 millones de personas hubieran vivido para contarlo.
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Últimos comentarios de los lectores (2)
17980 | Miquel de Mallorca - 07/01/2014 @ 17:08:11 (GMT+1)
Daniel: me has leído el pensamiento. En España -excepción hecha de los GAL, los Gerrilleros de Cristo Rey, y la Triple A (que pasaron todos, "a mejor vida" hace décadas", sólo hemos tenido un grupo (me es igual de extrema derecha, o de extrema izquierda) que ha matado por razones políticas; que ha asesinado y secuestrado, par conseguir un fin político; que ha querido explusar a los "maketos", por aquello del RH (del cual, como "característica diferenciadora", hizo bandera un tal Arzallus... en una de sus frases más "famosas"; que ha querido imponer un "anchluss" sobre otro territorio (otros, en realidad) limítrofe; que -para conseguir sus fines políticos- no tiene ningún reparo en coaccionar o apalizar al rival...
"Y ningún sistema democrático debe amparar semejante basura “ideológica” sino, por el contrario, hacer como los alemanes, es decir, proteger la democracia contra estos indeseables nostálgicos de los asesinos a través del Código Penal."
Le menicono su propio artículo -con el que estoy muy de acuerdo-, Sr. Baron. Pero...si hay determinados intereses políticos que "presionan" a instituciones judiciales a priori independientes...pues pasa lo que pasa. Hagamos algo de historia y recordemos -resumiendo mucho- cómo, cuando von Hindemburg -presionado por el líder político de la alta burguesía y la nobleza alemanas, von Papen, que defendía los intereses de sus acólitos, aterrados de ver el incremento del apoyo social que los comunistas estaban recibiendo en Alemani-, entregó la Cancillería a un Hitler en esplendor, que había obtenido una mayoría de representantes en el Parlamento...pero que no tenía aún el poder ejecutivo.
Sin ánimo de comparar -o sí...-, el único grupo organizado y bastante eficiente que ha causado el terror en España desde el 77 hasta el inicio de su tregua "unilateral", ha sido ETA. Y su partido...la Unión Nazional Vasca (...o era otro su nombre...?), fue legalizado.
Me da pena ver que el "síndrome von Hindemburg" sigue presente en occidente... Por componendas y apaños varios!
En Francia, donde es muy preocupante el ascenso en votos de Le Pen Jr., tienen un sistema que previene a la sociedad de caer en manos de populismos de extrema derecha o de extrema izquierda: las presidenciales, a doble vuelta, por sistema mayoritario. Como ya pasó en su día -con el descalabro de Jospin al frente de los socialistas galos-, ante la opción de elegir a Le Pen (Sr.) y Chirac...la gente que usa el sentido común (el centro-izquierda y seguramente algún trotsquista francés) apoya a aquél candidato con el que está de acuerdo al menos en una pequeña parte del programa; o vota "a la contra"...que tampoco es una mala opción (aún no nos hacen - gracias a Dios- un escáner cerebral para saber el "por qué" de nuestro voto).
Y, para más información y ahondar en lo que acertada -pero incompletamente, a mi parecer- a descrito el Sr. barón, animo a los lectores a disfrutar con una deliciosa lectura -por su claridad de análisis y su descripción de cómo surgió el totalitarismo moderno en la Europa del XX-: "Los orígenes del totalitarismo", de Hanna Arendt.
17959 | Daniel - 07/01/2014 @ 10:03:14 (GMT+1)
Todo muy bonito. Solo echo de menos en este artículo una mención al fascismo en España: una alusión a Bildu o una censura al totalitarismo larvado en ciertos nacionalismos.
Porque aunque hablamos de fascismo supongo que nos referimos a esas ideologías que relegan al individuo y pisotean sus derechos en pro de una idea, una raza, una patria (¿una lengua?).
Por lo demás, de acuerdo en todo.
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