Nostalgia de la Nouvelle Vague
Por
Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 08 de junio de 2019, 04:00h
En mi personal e imaginario ’Olimpo’ de directores cinematográficos, tengo reservado desde hace tiempo un lugar muy destacado y especial para los integrantes de aquel gran movimiento nacido en Francia que fue conocido en todo el mundo como la Nouvelle Vague. Así, entre mis autores favoritos se encuentran François Truffaut, Éric Rohmer, Alain Resnais, el primer Jean-Luc Godard o Claude Chabrol, así como también Jean Pierre-Melville o Louis Malle, aunque en sentido estricto no pertenecieran a dicho movimiento.
Como es bien sabido, el germen de la Nouvelle Vague estuvo en la hoy mítica revista «Cahiers du Cinéma», impulsada por el gran ensayista cinematográfico André Bazin. Varios de sus críticos originarios se acabarían convirtiendo poco después en los renombrados directores que desde entonces todos conocemos, cada uno con su propio sello personal. De ese modo, nos han quedado ya para siempre las historias profundamente románticas de Truffaut, las comedias bellamente cotidianas de Rohmer, los dramas de crítica social de Chabrol o los brillantes filmes experimentales de la primera época de Resnais o de Godard.
Cuando pienso ahora en la Nouvelle Vague, sigo experimentando el mismo sentimiento de admiración que sentía años atrás hacia todos esos realizadores. A esa admiración hay que añadirle hoy una innegable nostalgia y melancolía, fruto del imparable paso del tiempo. De todos esos grandes directores, ya sólo Godard sigue vivo. Además, la mayor parte de las salas cinematográficas en que vi sus películas cerraron sus puertas hace ya algunos años, como los Chaplin Multicines o la Sala Born. Aun así, en mi memoria permanece aún el impacto provocado por la visión de «Al final de la escapada» de Godard, «El año pasado en Marienbad» de Resnais, «La mujer de al lado» de Truffaut, «Cuento de primavera» de Rohmer o «La dama de honor» de Chabrol.
La Nouvelle Vague cumple este año seis décadas de existencia, aunque quizás fueron sobre todo los años sesenta sus años más importantes y decisivos, por la influencia que entonces tuvo sobre muchos cinéfilos ese modo tan peculiar de entender el cine y la vida por parte de una generación de cineastas irrepetible. Además, los años sesenta fueron también, a un nivel ya más general, unos años igualmente muy interesantes a nivel musical, político, social e incluso estético.
Creo que a muchos de nosotros aún nos sigue encantando la música pop de aquella época o la manera de vestir y de arreglarse —o de desarreglarse— de la mayoría de jóvenes que vivieron en la hoy llamada década prodigiosa. Ese espíritu de modernidad y de cambio quedaría ya para siempre recogido en algunas de las obras maestras de los también maestros de la Nouvelle Vague.