Nosotros y Crimea
miércoles 05 de marzo de 2014, 19:30h
La partida de ajedrez que se juega en Crimea afecta a toda la Unión Europea de manera muy directa. Pero hay que estar tranquilos. Rusia quiere el control de esta península para que el oleoducto que proyecta en el Mar Negro no pueda ser interferido en ningún modo por los ucranianos, que son su tapón en el sur de sus fronteras con el Continente. Moscú no quiere guerra. No hay que asustarse. Los rusos quieren vender su combustible, no cerrarse las puertas con el Viejo Continente. No quieren conquistar Crimea, sólo intentan que tenga un gobierno auténticamente autónomo y aunque siga bajo bandera ucraniana que no sea utilizada como cuchillo contra sus intereses.
Los rusos han ocupado Crimea con militares sin insignias. Parece un acto de cinismo. Pero así se comportan los ivanes cuando quieren influir sobre un país sin conquistarlo formalmente. Entre 1936 y 1938 hicieron algo parecido en la España republicana. Muchos se sus mejores pilotos, jefes de tanques y artilleros combatieron sin insignias "bajo la bandera de España", según confesaron más tarde, en 1966, en un famoso libro publicano en Moscú.
Fueron asesores militares de Estado Mayor (Goriev de Miaja o Malinovsky de Líster) e incluso educaron y formaron un cuerpo de guerrilleros en Alcalá de Henares (Starínov). Cuando Franco atacó Madrid en noviembre de 1936 topó con una precisión de la artillería republicana que le dejó boquierto. Ahora sabemos que eran 60 piezas soviéticas de 75 milímetros dirigidas por Vorónov desde la torre de la Telefónica, en la Gran Vía. Años después este general fue el director de la Academia de Artillería Soviética.
Por orden de Stalin aquellos hombres sin insignias influyeron de manera muy poderosa en los Gobiernos republicanos, pero con tacto y sin ningún afán de anexión. No les interesaba. No servía a los intereses geoestratégicos del Kremlin. Igual que ahora. Como se supo más tarde, Stalin jugaba a dos cartas y preparaba el pacto germano-soviético con Hitler en 1938.
Rusos sin distintivos buscan pactos, siempre, partiendo de la premisa de que ellos obtengan una situación de ventaja en el tablero. A Stalin le salió el tiro por la culata con Hitler (que estaba loco). Pero ahora es diferente. En Europa hay sensatez y democracia. La paz, los negocios del combustible y las buenas relaciones con los rusos son prioritarias. Por eso no hay peligro de conflicto a gran escala. Desde esta perspectiva, estemos tranquilos.
Otro aspecto, bastante más vertiginoso, es que la cuestión ucraniana se está siguiendo al milímetro tanto en Madrid como en Barcelona. Una hipotética independencia de Catalunya taponaría la Meseta respecto a la crucial frontera catalana con Francia. Eso sí que es peligroso. Y al otro lado está Euskadi. Y justo en medio los altos, anchos y difícilmente sorteables Pirineos centrales de Aragón. En Bruselas, cuando analizan el problema catalán, también ven estos detalles, sobre todo cuando dicen que una Catalunya soberana podría quedar fuera de la UE. Ahí si que hay un problemón. Y de órdago.
Si los rusos juegan a dos cartas y se quitan las insignias cuando les conviene, la cuestión catalana no entiende de virguerías ni de jugadas de ajedrez. Madrid mira debajo del ala con todo lo que está pasando. Y Barcelona apuesta al todo o nada porque no ve otra solución. Ambos polos avanzan hacia un callejón sin salida, con el diálogo roto y los puentes inexistentes. Y Bruselas haciendo de don Tancredo y mirando hacia otro lado. La UE se asusta de lo claro que ve el cacao político que se avecina. No sabe como reaccionar. Eso sí que es peligroso.
Además, en el Mar Balear (¿otra Crimea con el corazón partido?) hay petróleo. Y con una población isleña que simpatiza con uno o con el otro lado del conflicto Barcelona-Madrid. Y el enfrentamiento avanza sin que nadie reaccione aportando concordia y entendimiento. Y nos puede pillar a los baleares justo en medio. Es una cuestión histórica. Rusos y ucranianos no se entienden ni a patadas. ¿Pero acaso se han entendido alguna vez madrileños y catalanes?
¡Ay Crimea! ¡Ay hermanita lejana del Mar Negro! ¡Tan lejos y tan cerca de nosotros!