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No soy capaz de entenderlo

martes 15 de junio de 2021, 03:00h

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Hace unos días, una persona muy querida a la que no veo desde hace demasiado tiempo, en gran parte por culpa de la pandemia, me dijo que me dejase de escribir de política y escribiese más “de la vida”. Como siempre le haré caso pero también hablaré de la muerte y del dolor.

Me considero, esencialmente una persona normal, de inteligencia normal, de capacidad de comprensión normal y que suelo entender casi todas las cosas. Salvo las matemáticas, por supuesto. Aunque también es verdad que no entiendo a mucha gente, no soy capaz de entender determinados comportamientos humanos, digo humanos pues los animales irracionales no se comportan así. Jamás lo harían. La continuación de la especie es algo que los irracionales llevan grabado a fuego en su forma de comportarse.

Hace un mes largo que un señor, añadiremos el presunto por eso del lenguaje correcto y buenismo imperante, secuestra a sus dos hijas y parece ser acaba con la vida de ambas y después con la suya. Ya podría haber empezado por la suya y no hubiese pasado nada más.

Miren, si una cosa importante me ha pasado en la vida, de la que presumo y estoy más orgulloso que nadie son mis hijos. Casi diecisiete años después no soy capaz de concebir mi vida sin ellos. Compartir un viaje, un café, unas croquetas o cualquier cosa con ellos siempre es un motivo de gozo y satisfacción y me duele que vayan creciendo ya que, como todos hemos hecho, volarán. Lo tengo asumido aunque sufriré más que nadie el síndrome del nido vacío. Sobre ellos gira mi vida.

Yo no recibí ni una educación diferente a nadie ni nada por el estilo, soy un hijo del babi boom de los sesenta educado en primaria en el tardo franquismo y sobre todo en la democracia y viví los memorables e inolvidables 80 siendo un adolescente, pero soy incapaz de entender que una persona haga daño a un hijo, independientemente de la intensidad, jamás he pegado, pegaría ni pegaré (por la cuenta que me trae) a mis hijos, no creo en la colleja ni en el castigo físico, creo en la palabra y en el ejemplo, procurando que el ejemplo coincida con la palabra. Les aseguro que solo soy capaz de entenderlo desde una sicopatía del padre agresor, matón o asesino.

Los expertos que he consultado, tanto psiquiatras como psicólogos, me dicen que son personas cuerdas que son conscientes de lo que hacen y cuya única finalidad es otorgar el mayor sufrimiento posible con sus crímenes a la madre de las víctimas. No puedo entenderlo y de aquí no me sacarán mis muchos amigos comecocos, como dicen en las películas americanas.

En la década de los ochenta, cuando estudiaba derecho penal, se nos hablaba de un estudioso penalista italiano del siglo anterior al anterior, o sea, decimoctavo, llamado Beccaria que decía que existe el hombre intrínsecamente malo. Hobbes y Rousseau también hablaron de la naturaleza buena o mala del hombre. Tengo que decirles que no puedo tampoco creer en eso. Un recién nacido no es malo por naturaleza, quizás durante el crecimiento somos los adultos quienes le encauzaremos hacía la bondad o maldad, pero por el mero hecho de nacer no se comete ningún delito como explica Segismundo en su monólogo tan célebre.

Volvamos a los hechos. Que ha hecho a los ojos de su marido tan grave esa mujer para que un hombre decida matar a la sangre de su sangre, solo para que ella sufra, no que sufra sino que se desgarre. Lo que sí está claro es que en el episodio narrado hay tres víctimas directas, las dos hijas y la madre muerta en vida, lo llaman los que entienden violencia vicaria. ¿Qué puede pasar por la cabeza de un hombre cuerdo para cometer tal atrocidad? ¿Cómo se puede odiar tanto a alguien que le lleve a matar a sus dos hijas? Todas estas cuestiones son las que me pregunto y no soy capaz de entender.

Tampoco soy capaz de entender a esa gente que se regodea en el drama ajeno y echa horas y horas ante la televisión viendo a unos energúmenos que se dicen periodistas hablando de un tema que no genera información sino morbo y sed de sangre. Esta saga se inició con el crimen de las niñas de Alcasser durante el cual las televisiones emitieron una pornografía inmoral, de eso hará casi veinte años y no hemos aprendido nada. Seguimos siendo igual de miserables.

Tampoco entiendo cuando un asesino, presunto, añade como es el caso un plus de dolor tomando las medidas necesarias para que no se recuperen los cadáveres y así lo que queda de familia no pueda enterrarlas e iniciar el duelo. Ese ánimo de hacer sufrir un dolor insoportable que conduzca a la locura o al suicidio es algo incomprensible.

Todos, algunos más que otros, a mi edad portamos cicatrices de la propia vida y por muy profunda que sea esa herida, por muy grande que sea la cicatriz aunque aún supure no imagino como se puede alcanzar ese nivel de odio. Perdonar además de una virtud cristiana es muy práctico para la higiene mental.

Los expertos dirán lo que quieran y a buen seguro que desde el punto de vista científico llevan razón, pero un monstruo que es capaz de asesinar a sus propios hijos para hacer daño, irreparable, insoportable, desgarrador, ese monstruo es un loco.

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