No existe la percepción de que las drogas sean uno de los grandes problemas de la sociedad. Así se desprende de los sondeos demoscópicos en los que se pregunta a los ciudadanos cuál es su mayor preocupación. El tráfico y consumo de drogas siempre ocupa el último lugar con un porcentaje inferior al 0,30%.
Lejos de este sentir popular, el doctor Miguel Lázaro ponía este domingo los puntos sobre las íes en una interesantísima entrevista a mallorcadiario.com clamando que exista un nivel de tolerancia cero contra consumo del cannabis, por los graves efectos que tiene éste sobre el funcionamiento del sistema nervioso humano. Y resulta especialmente interesante que sea un médico quien haga tal aseveración teniendo en cuenta los múltiples -y probablamente interesados- informes que se han publicado en torno a un supuesto beneficio de la marihuana, sobretodo para paliar los efectos de la quimioterapia.
Cabe recordar las palabras del presidente de Projecte Home Bartomeu Catalá en relación a que después de grandes operaciones policiales y judiciales contra el tráfico de droga se han sucedido la publicación de informes en los medios de comunicación alabando las bonanzas del consumo de cannabis, y que ello no se trata en modo alguno de casualidad.
Se ha llegado a tal extremo, que la inhalación de marihuana se ha normalizado casi al nivel de la ingesta de tabaco tradicional. Nadie se escandaliza por oler maria o costo por la calle, incluso se suceden las propuestas políticas de legalización de la “droga blanda” como si ello fuera la panacea, como si fuera a demoler la estructura de venta ilegal, ignorando que todo lo que no tiene impuesto añadido es más barato.
En suma, y observando la realidad cotidiana, uno se hace cargo de que realmente los intereses en mantener las estructuras de comercialización de las drogas en general superan a quienes luchan para erradicar esta lacra. Quienes intentan parar el mercado se encuentran con un muro infranqueable de grandes traficantes, pequeños vendedores, consumidores y sobornados varios. El dinero, una vez más, se impone a la salud, a la familia, y, sobretodo todo, a la vida.