El partido se inició casi con un gol de falta y acabó prácticamente del mismo modo. La pena es que de esos dos tantos, sólo uno fue marcado por el Mallorca. Una vez más, Salva Sevilla demostró su genialidad en esos lances concretos del juego, con un gran gol en el minuto nueve. Lo mismo debemos decir —nobleza obliga— del gol logrado a tres minutos del final por el pepinero Óscar Rodríguez con un pepinazo espectacular.
Entre medias, los aficionados bermellones nos pasamos buena parte del partido sufriendo en mayor o menor medida. Sufriendo, porque esta vez no veíamos cómodos sobre el césped a los pupilos de Vicente Moreno. Sufriendo, porque el Leganés apretaba cada vez más y gozaba de las mejores ocasiones. Sufriendo, porque anhelábamos un posible dos a cero, pero al mismo tiempo temíamos un hipotético empate del conjunto madrileño en alguna jugada aislada. Sufriendo, porque a estas alturas de la temporada nuestro sino es y seguramente seguirá siendo ya sufrir hasta el final.
Para los amantes de las emociones fuertes, es decir, para los seguidores más fieles del Mallorca, la próxima semana puede ser considerada casi ideal en ese sentido, pues primero nos enfrentaremos el miércoles al Real Madrid y tres días después al Athletic, en ambos casos como visitantes. Buena parte de nuestras posibles opciones de permanencia pasan por conseguir arañar algún punto en alguno de esos dos desplazamientos.
Han pasado tantas cosas fuera y dentro de La Liga en estos últimos meses, que últimamente estamos notando cómo nuestro corazón rojo y negro está yendo especialmente acelerado. En ese contexto, hay días en que no sabemos si ir ya directamente a un cardiólogo o si visitar antes a nuestro buen médico de cabecera. Reconozcámoslo. El fútbol se ha convertido ahora más que nunca en un deporte no apto para cardíacos, aunque seguramente ocurra también igual para los que no lo son.