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No al descuento aéreo

Por Francesca Jaume
lunes 16 de julio de 2018, 02:00h

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Debo ser un bicho raro por ser la única que no ve con excesivos buenos ojos el descuento aéreo para residentes. Ahora todo el mundo está celebrando la subida al 75%, de hecho, esta cuestión ha ocupado un puesto principal en la agenda política autonómica, sin embargo, habrá que esperar a ver si los efectos son los esperados. Reitero mi excepticismo.

El descuento aéreo para los residentes se fija sobre el precio del billete -evidentemente-, y la fijación de dicho precio es, conforme a un espacio de libre competencia, libertad de la empresa que presta el servicio de transporte aeronáutico. Si se quiere que el precio sea tasado o cerrado lo que se tiene que hacer es una declaración de servicio público, y ya sabemos que eso tampoco es gran garantía, sobre todo para aquellos que padecemos o hemos padecido reiteradas cancelaciones de vuelos con Menorca e Ibiza para unir pasajeros de dos vuelos.

Así pues, ahora cabe esperar si la subida del descuento al 75% no va a suponer una nueva subida del precio del billete de avión. A más precio base, más cuota resultante de la aplicación del descuento. No olvidemos que este 75% de descuento no se queda en el aire ni es “perdonado” por las compañías aéreas. Este 75% lo pagamos entre todos vía presupuestos generales del estado.

Por lo tanto, ya les va bien a las compañías que se suba el descuento al 75%. Con el argumento de la subida del JET A1 (carburante que se utiliza para la aviación comercial) debido a la inestabilidad del precio del barril de petróleo derivada del ascenso al poder de Donald Trump, nos podemos encontrar con una nueva subida del precio del billete que, si bien al principio quedará maquillada por el descuento, al final acabará repercutiendo en nuestros bolsillos, bien porque lo pagamos directamente cuando viajamos, bien porque en sus tres cuartas partes se cargará al erario público.

El 75% de descuento supone una notable distorsión en lo que debería ser la actuación de las empresas en un espacio de libre competencia y de lucha por ganar cuota de mercado. Sin duda, de no existir el descuento -primero del 50 y ahora del 75- los precios del billete se hubieran movido en sentido distinto, más determinado por la lucha por ganar espacio y competitividad frente a las demás empresas prestatarias del mismo servicio y menos por el anhelo de obtener entradas directas vía PGE.

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