Ni tanto ni tan calvo

No oculto mi admiración por el Formentera, la maximización de sus escasos recursos humano y técnicos, el entusiasmo colectivo de sus gentes, la humildad de su trabajo en condiciones muy inferiores a las tradiciones profesionales de sus competidores y el esfuerzo inaudito de su plantilla y técnico, con un entrenador que hace desde sus funciones habituales hasta las de preparador físico, de porteros o cuidador de material si es preciso. De eso a tener que escuchar que “es de los equipos que trata mejor el balón”, media un abismo si quien ha emitido tal juicio de valor no se refería al mimo con el que deben mantener el peso y la esfera de su instrumento laboral.

Seamos serios, si lo hicieran tan bien no estarían en posición de play off de descenso, con solo dos partidos ganados de diez disputados y una diferencia negativa de cinco goles entre los obtenidos y los encajados. Una cosa es que reconozcamos el enorme mérito de lo que hacen y la otra hacernos creer que el Mallorca visita hoy al ogro de los cuentos en lugar de una bicoca que aun no ha ganado a nadie en su reducido terreno de césped artificial y cuyas dos únicas y pírricas victorias las ha conseguido fuera ante anfitriones tan difíciles como la Penya Deportiva y el Llagostera. A todo eso, me encantaría que lograra mantenerse en la categoría que se ganó a pulso y con loable perseverancia.

La presencia de 500 mallorquinistas en la menor de las Pityusas se justifica por su innegable atractivo turístico, pero no para una confrontación futbolística claramente desigual. Si no fuera así, tendríamos que empezar a preocuparnos.