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Necesitamos un nuevo feminismo

Por Agustín Buades
domingo 25 de febrero de 2018, 02:00h

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Las diferencias entre el planteamiento feminista radical y la realidad social se agudizan y sobre todo en temas de profundidad. Para la mujer de hoy, el hombre no es un enemigo al que haya que combatir. Puede ser un compañero, un padre, un esposo, un amigo... con el que se construye la sociedad, pero no el contrincante en una lucha por el poder.

El modo de considerar la familia es el punto que ha provocado la mayor división entre las feministas y es en el que mejor se aprecia la distancia de estas organizaciones con la mujer, que sigue aspirando a la estabilidad familiar y no renuncia a la maternidad. Para las feministas más radicales, cualquiera que hable de valores familiares está defendiendo necesariamente derechos religiosos.

En el feminismo radical no hay espacio para los valedores de la familia. El dogmatismo con el que se defiende la diversidad de género, raza y clase no permite reconocer, en cambio, las diferencias que, de hecho, se dan en la vida y las necesidades de las mujeres, y mucho menos las que responden a criterios de filosofía política o valores religiosos y morales.

Así, los problemas de la doble jornada para las madres, la posibilidad de ayuda para atender a los hijos o la flexibilidad en los períodos de maternidad resultan prácticamente indiferentes para el feminismo radical y no hay ninguna colaboración con las mujeres que deciden dar prioridad, al menos temporalmente, a la familia frente al trabajo.

En todo este planteamiento , los grandes perdedores son los hijos. Las ayudas para el cuidado de los niños sólo se conciben en el caso de madres solteras. Y la lucha por hacer compatible el trabajo con la atención a la familia se ha convertido en un desafío para cada mujer, en un momento en que la revolución económica de las tres últimas décadas hace impensable el que la familia media se mantenga con un solo sueldo.

Sin la armonización de la vida familiar y laboral, sin la cooperación de hombres y mujeres en un mismo proyecto, el feminismo no conseguirá convertirse en el sueño de casi ninguna mujer. Necesitamos de un nuevo feminismo en este siglo XXI.

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