A estas alturas parece bastante claro que las Navidades de 2020 no las olvidaremos en mucho tiempo, en años. Como quizás nunca olvidemos este terrible año de la pandemia.
El Gobierno de Pedro Sánchez lo sabe. Y como que lo sabe, a nadie debería extrañar el guirigay que ha organizado con las restricciones domiciliarias y de movilidad para las fiestas que se avecinan.
Hay pánico a hacer lo que sí se atreven a hacer otros gobiernos como el italiano que ya ha confirmado toque de queda a las 22.00 horas para todos los días de las fiestas, sin excepción. Claro, esto en España tendría un coste político altísimo: ‘Sánchez nos prohibió la Navidad’.
Y eso es justamente lo que pide casi con una sola voz la comunidad científica para evitar una tercera oleada cuando aún no hemos salido de la segunda. Unas restricciones más duras durante todo el mes de diciembre obedecerían a lo necesario observando que el índice de contagio por 100.000 habitantes roza los 275 casos cuando la OMS pide no bajar la guardia hasta descender a 25, la misma incidencia que pone como objetivo Pedro Sánchez para retirar el actual estado de alarma. Estamos 10 veces por encima, pero ni caso a los que saben.
Pero para no acusar coste electoral y para que no aparezcan en las portadas ni las colas del hambre, ni el último puesto que ocupa España en términos de recuperación según la OCDE, ni los tremendos datos del paro, ni los peajes que pagará Sánchez para poder tener sus presupuestos, ha preferido montar el circo de las 10 personas en la cena de Nochebuena, los perimetrajes y el cachondeo de los ‘allegados’. Así España habla del lío de lo que se puede y lo que no se puede mientras pasa de largo lo demás.
El follón, la ambigüedad y las dudas sobre las medidas está orquestado. No lo dude. Interesa que ahora estemos entretenidos en algo que, a estas alturas y siendo lo mayorcitos que somos, ya deberíamos tener superado.
Una sociedad adulta que ha vivido lo que estamos viviendo este año debería decidir la composición de la mesa en Nochebuena o Nochevieja sin escuchar la radio ni ver la televisión. A conciencia. El ‘merder’ que tienen organizado gobierno y CCAA llevará a medidas que nadie podrá controlar porque en casa cada uno podrá meter a quien quiera sin que nadie lo supervise. Por eso, acépteme la sugerencia: conciencia y responsabilidad. Un ejemplo de estas virtudes lo marca una vez más
Alemania, que ya ha recomendado a su población autoconfinarse todo lo que pueda durante las dos semanas previas a las fiestas. Y luego, a cumplir las normas. Así a ellos les irá mejor en enero.