Dice el ABC que la ministra Ione Belarra ha creado una estrategia para eliminar «patrones patriarcales y adultocéntricos» en menores de edad. Advertimos ahí un nuevo palabro de los que gusta inventar la izquierda —e incorporar luego el centro centrado—. Cada vez que hemos oído un palabro semejante, bien que nos hemos reído, pero hemos acabado teniendo que tragárnoslo en el boletín oficial, en los libros de texto de los niños y en la formación de jueces, fiscales y policía. Así que ojo al dato: merece la pena prestarle atención, porque anticipa una nueva línea estratégica, un nuevo torpedo destinado a dinamitar la sociedad que un día conocimos.
Devastados los matrimonios, el torpedo se dirige ahora directamente contra los niños y adolescentes. Viene inmediatamente a la cabeza aquel «los niños no son de los padres» de nuestra embajadora en el Vaticano, Isabel Celaá (aaah), seguido de aquel «los niños tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana» de la otra ministra melliza de El Resplandor, Irene Montero. Entonces tiraron la piedra y escondieron la mano, pero luego resulta que, mira, sí, las cosas van por donde sospechábamos los malpensados. ¡Que nos conocemos!
Ahora vienen a corregir los patrones ‘adultocéntricos’, y resulta que según Wikipedia —fuente infalible del conocimiento woke—, «La palabra adultocentrismo hace referencia a la existencia de un tipo de hegemonía, una relación social asimétrica entre las personas adultas, que ostentan el poder y son el modelo de referencia para la visión del mundo, y otras personas, generalmente infancias, adolescencias, juventudes o personas mayores. Se trata de una visión del mundo construida sobre y relacionada con el orden social denominado patriarcado, que se caracteriza por las relaciones de dominación sobre las mujeres y las personas cuya edad está por debajo o por encima de la que se considere que dura la etapa adulta.»
¿Capisci? Traducimos, por si acaso: el enfrentamiento generado o inflado para aprovechamiento político entre clases, entre sexos, entre razas —en provecho de las ministras mellizas, por ejemplo—, ahora se va a replicar entre adultos, niños y ancianos. ¡El patriarca es también el hombre (y la mujer) adulto, que domina a niños y mayores! ¡Oh, filón de votos y de mediditas populistas sin fin! ¡Cuántos microadultismos por denunciar y corregir!
Un ejemplo: los padres se reservan un dormitorio más grande. ¿Qué desigualdad intolerable es ésta? ¿Quién defiende a los pobres niños de semejantes abusos? De modo que pronto tendremos a Belarra, o a quien la suceda, si no le da tiempo esta legislatura, concediendo por ley sus caprichitos a los niños, para que cuando lleguen a ejercer su derecho al voto —que además, se puede ir adelantando gradualmente—, tengan bien presente que quien los defiende es la izquierda woke. La derecha es niñófoba.
¿Cómo que no puedes comer chuches? (Los chuches, que diría Rajoy). ¿Cómo que tus padres te limitan las redes sociales? Qué cantidad de agravios; se les hace la boca agua; se les llena la cabeza de indignación y lucha por la justicia social. Más fácil que quitarle un caramelo a un niño, es dárselo… a cambio de su voto.
No es demasiado distinto de lo que hacen con los adultos, pero en lugar de chuches, dando paguitas. La paguita es la chuche del adulto infantilizado, cada día más común gracias a Celaá y sus predecesores en la destrucción de la enseñanza (otro proceso paralelo a éste es la denostación de la meritocracia, sin la que la enseñanza se va transformando en establo y fábrica de autómatas semihumanos).
Al adulto infantilizado le das una paguita, aunque sea sólo una parte de lo que previamente le has quitado, y él te entrega su voto. Total, no se entera de lo que le quitan. Se trata simplemente de distraer su atención con la chuche que se le entrega, mientras le sisas la cartera, como un buen ilusionista.
¿Cien euros por maternidad? Voto. ¿Te perdono la cuota de autónomo por ser joven? Voto (ojo, esto ya no es ni dar, sólo dejar de quitar). ¿Te subo la pensión y lo pongo a cuenta de tus hijos y nietos? Voto. Tanto éxito tiene el sistema, que la supuesta alternativa de Sánchez se sube al carro: Feijóo promete mil euros por emanciparse. Le votaría, si no me pillara tarde. Espero que piensen algo para los viejóvenes emancipados, aunque seamos patriarcas.
Ahora bien, ¿dónde acabarán los niños mimados por los políticos contra el criterio de sus padres? ¿Dónde, el país en el que cada vez son más los subsidiados y menos los ciudadanos productivos que se buscan la vida? Es evidente: los niños, en la diabetes y cosas peores, y después, en la dependencia y la ruina.
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