OPINIÓN

Demografía a la mallorquina

Marc González | Miércoles 26 de abril de 2023

Inopinadamente, el siglo XXI comenzó con una explosión de los flujos migratorios -fenómeno que aquí creíamos que pertenecía a otras épocas-, algo que en Balears ha supuesto una radical transformación de la composición de nuestra sociedad. Si resucitara alguien que hubiera vivido aquí hasta los años ochenta o noventa del siglo pasado y observase la Mallorca actual, creería que hemos sido anexionados o hemos experimentado algún tipo de invasión o colonización.

Pedro Sánchez, con la credibilidad que le caracteriza, se comprometió ayer a levantar otras decenas de miles de viviendas sociales (y lleva más de 100.000; en su imaginación, claro), en esta inacabable subasta preelectoral que terminará asignando casas hasta a nuestras mascotas.

Cuando, en el curso 1978-79, la recordada profesora del Instituto Ramon Llull, Victoria Sancho, nos explicaba los flujos migratorios en nuestra clase de Geografía humana y económica -asignatura que, valga la inmodestia, me reportó la única matrícula de honor conseguida en aquella conspicua casa-, jamás pensé en la importancia práctica que aquella materia tendría para entender el mundo actual.

La inmensa mayoría de los problemas y retos globales que nuestra especie presenta hoy tienen su origen en cuestiones relacionadas con la demografía. A su vez, obviamente, la demografía tiene relación con el clima, con la política, el medio ambiente, la economía, etc.

Mallorca padece los efectos de una población absolutamente descompensada. Somos la porción más significativa de la España que se llena, tan distinta de la 'España vaciada', pero cualitativamente nuestra estructura poblacional deja mucho que desear, y hablo del conjunto, no de los individuos, no vaya a ir alguien a ofenderse gratis.

Necesitamos dar cobijo temporal o permanente a una masa de trabajadores imprescindible para el correcto funcionamiento de nuestra principal industria, pero para ello es preciso consumir un territorio muy limitado que debemos preservar a toda costa, puesto que es uno de los elementos básicos que sustenta esa misma industria. Es un diabólico laberinto.

El problema de la vivienda está muy lejos de solucionarse aquí con engañosos anuncios como los del PSOE-PSIB prometiendo a un mes de los comicios desafectar suelo militar para construir viviendas sociales. ¿Qué van a urbanizar ahora, Es Cap Blanc, Son Suredeta o Cap Pinar? A ver quién la dice más gorda.

Nuestra escuela padece también los efectos de esta descompensación de la pirámide de población. La tasa anual de nacimientos se ha desplomado y, debido a la carencia de alojamiento residencial digno y asequible para familias, tampoco nos llegan ahora suficientes menores como para sostener una red de centros públicos y concertados en progresiva despoblación. Quizás en este caso sería bueno aprovechar la oportunidad, hacer un parón, y repensar cómo queremos que sea la educación del futuro, si con aulas repletas con hasta más de 30 alumnos o quizás con la mitad.

Para ello convendría reconsiderar asimismo la desbocada inversión en nuevas instalaciones escolares -todo alcalde que se precie quiere hacerse una foto inaugurando una nueva escuela- y estudiar cómo optimizar las existentes.

Hay que abordar también la razón por la que Palma está experimentando una progresiva huida de ciudadanos hacia poblaciones del interior de la Isla. Nuestra capital se ha convertido en una ciudad muy incómoda, con una movilidad desastrosa, además de insegura, sucia y con un coste de la vivienda disparatado. La inacción política de los últimos ocho años tiene gran parte de responsabilidad en ello.

Obviamente, las poblaciones receptoras de ese alud de antiguos palmesanos tampoco están preparadas para ello. Se disparan los alquileres, crece su censo y proliferan asentamientos de caravanas e infraviviendas. Y quienes prometían poner coto al 'urbanismo a la carta' se ven absolutamente incapaces de detener esta destrucción de nuestro suelo rústico.

Y, a escondidas, prosigue la incesante arribada a nuestras costas de pateras desde el norte de África, sin que ni siquiera sepamos si esos inmigrantes que liberamos de forma casi inmediata por falta de instalaciones adecuadas se quedan entre nosotros o, a su vez, migran hacia la Península o el resto de Europa.

La profesión con más presente y futuro en Mallorca es la de demógrafo.

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