El conseller de Modelo Económico, Iago Negueruela, aprovechó su presencia en la cena anual de la asociación de distribuidores para anunciar una nueva tanda de ayudas oficiales para compensar al sector por los gastos de combustible. El mismo día, el presidente de la Federación de Transportes de Mercancías de Mallorca, Ezequiel Horrach, denunciaba que las ayudas por el mismo concepto que el Govern balear aprobó en marzo pasado aún no se han cobrado.
Existe un claro desfase entre los anuncios -siempre con gran alarde en el discurso- y su materialización. La misma prisa que se advierte a la hora de lanzar un mensaje que anime a los afectados se contrapone con la falta de agilidad a la hora de que estos anuncios lleguen a ser realidad. La urgencia de los responsables políticos para avanzar medidas que permitan aliviar la situación que atraviesan miles de ciudadanos y la mayoría de sectores económicos suele convertirse en un mal uso que lastra la aplicación efectiva de la medida en cuestión.
La propia concreción técnica de las ayudas -proceso que necesita de un plazo razonable- y, sobre todo, la engorrosa burocracia que suele requerir la tramitación de este tipo de medidas hacen terriblemente lento el procedimiento desde que los políticos lo anuncian hasta que los afectados cobran.
Los últimos meses han sido escenario de numerosos anuncios oficiales de ayudas para multitud de ámbitos -familias, universitarios, empresas, consumidores, jóvenes, inquilinos...-. Una vez conseguido el titular en prensa, sin embargo, convendría que se agilizara al máximo el papeleo a fin de no defraudar las expectativas que este tipo de anuncios suelen despertar; especialmente en momentos de crisis como el actual. Que el proceso sea lento puede acabar provocando mucha desesperación y el enfado con las administraciones; es decir, el efecto contrario al que se persigue.
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