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Tofúl Colom o una breve charla sobre teorías del equilibrio

Xisco Barceló | Sábado 07 de agosto de 2021
Cristóbal Colom Atienza, nace en Bourges, Francia el 28 de diciembre de 1959. En algunos capítulos de Asterix y Obelix se hace referencia a esa localidad en algún periodo la Guerra de las Galias. La Catedral de Saint-Étienne de Bourges forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y cada año en el mes de abril, la música y la cultura están presentes en el Festival de Primavera.

El mismo año en que nacía, se constituía la V República en Francia convirtiéndose en uno de los países más presidencialistas de la tierra. Otros 28 de diciembre, venían al mundo gente como Denzel Washington, Maggie Smith, Noomi Rapace o John Legend.

Tiene dos hermanos que son mellizos, François (Xisco el capitán) y Cati. Su padre Jaume, natural de Sóller, Comerciante, transportista y Jefe de Mantenimiento de Hotel y su madre Francisca, natural de Sóller de profesión cosedora.

Nacimos en Francia porque eran tiempos en los que era habitual que gente de Sóller emigrara a ese país. Mi abuela se había quedado con una empresa de frutas que habían montado unos parientes.

Mi infancia hasta los nueve años transcurrió en un barrio donde lo más destacable era entretenerte a ver como giraban los autobuses al final del trayecto. Después, mi padre compró un piso en el barrio Gibjon. La vida de mi padre era muy dura, iba a Cancale en la Bretaña a comprar ostras y a Saint-Malo o Marsella y a otros sitios a comprar fruta con el camión, cargaba, descargaba, repartía por las tiendas sin horarios.

El cartel nuestro indicaba; Primeras frutas de España. También llegaban naranjas de Sóller a través de barcos que paraban en Marsella.

Cancale es una localidad famosa por ser un puerto pesquero y principalmente por la calidad de sus ostras. Su presencia en la bahía de Mont Saint-Michel y a la cercanía a Saint-Malo la ha convertido en un atractivo lugar para el turista gastronómico con sus mariscos y pescados que se ofrecen en los restaurantes de la zona.

¿Qué recuerdos guarda de su etapa como estudiante?

De los tres a los cinco años en la Maternidad, en la escuela pública de los cinco hasta los diez. Yo era un estudiante que estaba muchas veces en la luna, era bastante distraído. Regular en matemáticas y en gramática y aprobaba siempre en historia. En educación física me gustaba la natación y practicar esgrima. Escribíamos con plumín.

Cuando acaba la temporada de colegió aprovechábamos para pasar las vacaciones en Sóller.

Cuando tenía once años mi padre nos trajo a Sóller y él, se fue de nuevo a Francia a seguir trabajando. En verano viajaba para estar con nosotros. Dos años después, dejó definitivamente Francia y la empresa se la quedaron mis primos y les fue bastante bien. Mi padre se puso a trabajar en el departamento de mantenimiento de un hotel en Sóller. Para ir al cole tuvimos algún problema al principio, por el idioma porque no hablábamos español. En Francia hablábamos en mallorquín y en francés.

A los trece años estudiaba en la escuela pública de L’Horta entre Sóller y el Puerto y después en el Convento del Sagrat Cor y nos cuenta que eran muy severos.

Había mucha disciplina. Estudié hasta los dieciséis años y no quise seguir más y mi padre me puso a trabajar como friegaplatos durante los veranos en el mismo hotel donde él trabajaba.

¿Le hacían bromas con su nombre y apellido?

Muchas veces. Algunos llegaban a ponerse pesados, pero con el tiempo te acostumbras y le restas importancia.

Poco después entra a trabajar como aprendiz en la Compañía Eléctrica Gas de Sóller y que ahora se conoce como Vall de Sóller U Energía.

Trabajé unos dos años y luego me fui a la mili, ingresando en el Ejército de Aviación. Tras el paso por Son Sant Joan me destinaron a la policía en el Puig Major.

Tras cumplir el servicio militar, regresa a la compañía y le contratan como peón. Después fue ascendiendo por años acumulados hasta que llegó a ser oficial de primera.

La compañía compraba energía a Gesa y además tenía empresas filiales por ejemplo fabricación de hielo u otras cosas.

Al final me ocupaba de trabajos variados y aprendí el oficio de herrero. Tiempo atrás debías de ser ingenioso y la mayoría de piezas de herrería o de mecánica se las fabricaba uno mismo. Tras unos cuarenta años, acabé.

A darse a conocer comenzó en el 2011 y le costó hacerse un huequecito en el plano artístico, pero ahora tiene obras en distintos países de Europa.

Mis principios fueron muy curiosos a pesar de que siempre había sido “un manitas”, como he comentado antes si no encontrábamos una pieza, nos la hacíamos, incluso un tornillo, una tuerca, pero realizar y crear objetos artísticos eran palabras mayores.

Mi hermana hacía cerámica y disponía de un puesto en un mercadillo y un día le mostré un pez de hierro que había hecho, decidió exponerlo y lo vendió. Otro día otro y se repitió la operación con un señor que se interesó por la pieza, hasta que a la tercera semana mi hermana me sugirió que montase mi propio puesto en el mercado que aquello que yo hacía, debía de buscarle otras soluciones.

Y tras esas primeras dudas expuso en una Nit de l’Art en Sóller y varios de los artistas que paseaban para ver las exposiciones, le aconsejaron y le animaron a coger un mejor espacio para aquellas esculturas. En los años posteriores ya figuraba en la lista de artistas.

Poco a poco me fui introduciendo y abriendo camino. En la antigua compañía me permitieron tener un espacio taller durante unos meses hasta que monté el mío propio y les agradezco el detalle, también a Juan Puig y a José Antonio Frontera.

Cuando empecé lo hice con materiales reciclados o para reciclar, frenos de discos, muelles, botellas, que reconstruía hasta conseguir esculturas, material de hierro y acero que se podían soldar. Me inspiraba en el mar para componer las esculturas y lo sigo haciendo, el mar me motiva.

Y debe de ser así porque entre sus aficiones admite que está, salir a navegar, a pescar, aunque también se distrae yendo a cazar o a buscar setas y dedicando gran parte su tiempo a su huerto, donde siembra tomates de distintos tipos, coles, lechugas, calabacines, berenjenas, calabazas.

Tenía a un amigo que sembraba sus propias frutas y verduras y yo me reía de él, y ahora no sabría estar sin trabajar la tierra y recolectar mis propios frutos en la finca de “Camp de sa mar” que antiguamente mis padres cuidaban, contratados por los señores. Me quedé con esta parte de la llanura.

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Era el momento de parar la entrevista y cambiar de escenario, ya que Tofúl nos invitaba a dar un paseo con su lancha y evidentemente, aceptamos. Sobre todo porque si lo hacíamos más tarde, no se auguraba buena mar. Salíamos del puerto y al traspasar el Far de sa Creu nos hizo observar dos de sus esculturas en lo alto de la gigante roca vertical.

Una de ellas es un reconocimiento al pescador, la otra es una cruz que está hecha con una cadena sacada del fondo del mar y es original de un submarino que se hundió cerca del puerto. Es la manera de mantener viva la memoria de aquellos hombres que quedaron en las profundidades.

Nos condujo por una serie de recovecos y caras opuestas de acantilados de la Costa Norte de la Serra de Tramuntana y que solo puedes contemplar desde aquel inmenso azul. Mientras, él iba contándonos que desde niño le encanta hacer ese trayecto por la costa y que rememora momentos con sus padres y sus hermanos, Francisca aprovechaba la ocasión para cubrir un extenso reportaje de fotografías.

En el trayecto pasamos por Sa Costera y hasta llegar a Cala Tuent y vuelta, esa excursión en la que te desinhibes por unas horas, el viento, el agua, la brisa, el paisaje. Fue un hermoso regalo.

De vuelta y al pasar por una plaza del puerto coincidimos con algunas de sus esculturas colocadas en su pueblo. Las Margaritas o La Gamba como homenaje a ese crustáceo que en la zona tiene fama de ser uno de los clásicos sabores culinarios.

Hay algunas más repartidas por aquí. En un tiempo tuve obra permanentemente en la Base Militar, también en Fornalutx, en Biniaraix y en Sóller y algunas en el agroturismo Ca N’ai de mi amigo Domingo. Y en Felanitx coloque una bicicleta gigante en consideración al gran campeón mundial de ciclismo; Guiem Timoner.

Regresamos a su estudio cerca de la Platja de’n Repic, donde interviene con tantos elementos hasta conseguir sus piezas codiciadas y donde se puede contemplar una variada muestra de ellas en su jardín y en el interior de su taller.

Y continuamos con la entrevista…

Admiro todo aquello que tiene que ver con el mar. Hubo un tiempo en que me obsesioné con saber los nombres de los peces, me llamaba la atención. En tiempo de pandemia regalé al Hospital de Son Espases una escultura que representaba al pez cirujano. Pero en esas horas en las que te encierras en el estudio, porque sientes la necesidad, trabajé con el pez mariposa, el pez limón y muchos otros. Antes trabajaba con electrodos, ahora con plasma.

Dígame algunos artistas con los que se sienta representado.

Me gustan Sarasate, Jacometti, Botero, pero también lo impactante de las esculturas de un artista japonés que ha hecho robots y ahora mismo no me acuerdo de su nombre y las de otro artista que presenta piezas a las que suele faltarle una parte de su cuerpo y tiene una colección en la que prevalece un hombre con una maleta. Admiro ese don de creatividad.

Debo suponer que se refiere a Bruno Catalano que es conocido por sus estatuas de bronce, a las que les faltan las secciones centrales y pertenecen a su serie; Traveler. Un hombre con una maleta en la mano que produce una ilusión óptica, al estar suspendido en el aire y por otra parte imagino que habla de Hajime Soramaya, el creador de fantasías cibernéticas.

Me mira y da su conformidad.

Sí, a esos me refiero. He descubierto a muchos artistas que me agradan y por los que siento verdadera devoción, pero reconozco que no tengo buena memoria y a veces no me acuerdo de sus nombres. Espero que me perdonen.

Unos apuntes que tienen que ver con la biografía cuando rememora a la abuela, a la que llamaban “la memé” y falleció con 101 años y a su padre que lo hizo en el 2020. Tofúl se casó con Antonia, natural de Sóller y tienen dos hijos, José y Mónica.

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¿Qué le ha supuesto formar parte del mundo del arte?

¡Uff! La serenidad, la tranquilidad. Yo que en una época sufrí de ansiedad, el arte se convirtió en mi refugio, ayudándome a superarla. Antes fumaba y he dejado de hacerlo. También me ha permitido conocer a mucha gente, me ha abierto las puertas a otro universo.

¿Qué le agradaría que se dijera de su obra?

Que quedase algo de mí y que la gente disfrutase de mis obras, esa sería mi satisfacción.

No voy a encorsetar a este humilde y sencillo hombre de notable cordura, en una de las disciplinas que no sea anárquica, porque pocas veces me he encontrado con alguien más autodidacta. Aquí no hay academia, aquí la naturaleza indígena resplandece. Combina su rudeza metálica con una exultante belleza. Aplica sutilmente las pátinas de su personalidad y atina en la simpleza.

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Habíamos pasado unas horas en el mar y otras en el estudio, rodeados de sus materiales, sus electrodos, aparatos eléctricos y en la zona exterior de su estudio nos preparó una excelente comida a base de calamar a la plancha y un refrescante “trempó” elaborado con frutos de plantas de su huerto. Tomates, pimientos, cebollas y aceite de Sóller.

El sol de finales de julio apretaba de lo lindo y lo suyo era no moverse de la sombra. Tras regalarnos una bolsa para cada uno de aquellos bendecidos tomates, era hora de pensar en recoger. Miré mi cuaderno con suficientes notas, Francisca satisfecha por la variedad de fotografías. Decíamos adiós al Port de Sóller y poníamos rumbo a Palma.

Texto: Xisco Barceló

Fotografías: Francisca Sampol

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