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Muface entra en la UCI

sábado 17 de diciembre de 2016, 01:00h

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La asistencia sanitaria a los funcionarios, a las Fuerzas de Seguridad del Estado y a la Judicatura se presta a través de mutualidades propias. Un millón y medio de ciudadanos son atendidos por un sistema específico. Se financia de forma mayoritaria por las cuotas de los afiliados y se complementa con una aportación de la Administración Central. A las comunidades autónomas no les cuesta ni un euro de su propio presupuesto. El sistema vertebra la asistencia sanitaria privada de todo el país al exigir, para todo el país, una cartera de servicios común y de alto nivel.

Es un modelo de éxito. Admite la posibilidad de elección entre las distintas compañías de asistencia sanitaria concertadas con la mutualidad o incluso por el propio sistema sanitario público. Es ágil. No genera déficit. Goza de una amplia satisfacción.

En los últimos años se han dado unas circunstancias que han debilitado el modelo. La crisis le ha pasado factura directa. El fondo de reserva se ha reducido un 80% en el último año computado. Los presupuestos generales del estado le han dado la espalda. Ha sufrido un recorte en prestaciones superior a los 13 millones que ha disminuido sus potencialidades. Una cantidad insignificante si la comparamos con los incrementos per cápita que han precisado los sistemas públicos, pero lesiva para el mutualismo administrativo. Un recorte lo suficientemente importante como para entrar en una situación de asfixia financiera tributaria de ventilación asistida. La aritmética parlamentaria actual pasa por la necesidad de consensos que hacen dudar gozar de apuestas mayoritarias en el corto y medio plazo.

El número de afiliados que se inclina por el SNS ha llegado al 20%. La cobertura en términos absolutos baja del millón y medio de personas por primera vez desde 1988. La más baja de los últimos 30 años. En la actualidad, el número de titulares es de 950.000 y el de beneficiarios, 540.000. Por si fuera poco, la población protegida envejece y las ofertas públicas de empleo están prácticamente congeladas.

El modelo va camino de la UCI. Y de la UCI solo se sale con cuidados extraordinarios, profesionalidad y compromiso durante su ingreso; con apoyos y confortabilidad coincidiendo con el alta.

Las amenazas que ponen en riesgo la capacidad de elección de los afiliados a Muface (o Mugeju o Isfas) o el Servicio Nacional de Salud y su propia supervivencia son potentes. Una verdadera lástima.
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