La directora del museo del Louvre de París , Laurence des Cars, solicitó ayuda urgente al Gobierno francés mediante una carta que se filtró a los medios, donde alertaba de lo envejecido que se encontraba el museo, y en especial, de la necesidad de proteger las obras de arte de filtraciones de agua, humedades y sobreexposición turística.
Les juro que entiendo a la señora des Cars. Hace tiempo que ya ni intento acercarme al Louvre, aquello parece el Sambódromo de Río en Carnavales ¡ Y así todo el año!.
¿Qué el museo está viejo?, que quieres que te diga. Es lo que hay. Aquello estaba pensado como palacio real y como Luis XIV se trasladó a Versalles, el edificio quedó como sede del gobierno hasta que Napoleón pensó que era el lugar más apropiado para depositar sus saqueos artísticos.
La actual directora se queja, no sin razón, que el Louvre estaba pensado para acoger a 4 millones de visitantes al año, pero que desde 2018 el numero asciende a casi los 10 millones y al final tuvo que limitar el numero de visitas a las 30.000 diarias.
Las aglomeraciones tienen lo que tienen. Si usted ha estado en París y no les ha llovido ni un día puede sentirse bendecido. Si ustedes han cogido el metro de Paris y estaban resfriados (o con la nariz tapada), pueden asegurar que aquel día Dios se apiadó de usted.
La Experiencia Louvreniana de meterse en medio de una marabunta de 30.000 criaturas, de las cuales el 60% (o más) viene sin duchar de casa o le tienen aversión al agua, es una prueba que no recomiendo a menos que usted sea de ciencias, escorando a la rama de veterinaria. La primera experiencia sensorial es la olfativa, que va desde la sudorina en distinta gradación y olor del pelo grasiento al catálogo completo de perfumería universal que se pueda encontrar en el Gran Bazar de Estambul, en el que incluso y por pura estadística debe añadirse al sempiterno niñocagao, y que ya aviso que no serán sólo ni uno, ni dos.
Y todo esto en una muchedumbre de la que no puedes salir una vez te has metido dentro, similar a las espeluznantes masificaciones de los musulmanes cuando giran alrededor de la Kaaba en la Meca. Una turba que te arrastra inexorablemente hacia lo inevitable y ver lo que ya se sabe: La Mona Lisa de marras.
Una vez dentro de la turba y con la resignación que destaca al turista borrego están los elementos externos:
Desde la Plaga, cada vez que veo mascarillas recuerdo paranoico los aciagos días del Confinamiento. A eso añádale la minima posibilidad de que algún imbécil, además pueda lanzar sopas, pasteles o pintura a los cuadros.
Los visitantes caminan embobados e hipnóticos, móvil en mano hacia la sala 711 donde espera la Mona Lisa. No entiendo la manía de hacer malas fotos a los cuadros famosos cuando internet o la tienda del museo te ofrece hoy la mejor imagen. Ya le digo que tal que usted, fuera pleyadiano y midiera dos metros veinte, no vería a la Gioconda, ya que todo el mundo tiene los brazos levantados con el móvil y la única foto que conseguirá es una foto de brazos y cabezas.
La directora se queja de Calor y humedad. ¿Sabe el calor y humedad que generan 30.000 personas?. Cuando ves la espalda empapada del que va delante de ti, empiezas a preocuparte si tu vas igual de mojado. Los especialistas en museografía, calculan que aparte de del calor de la iluminación, hay que tener en cuenta el que generamos los humanos y que tienen un impacto en las pinturas y obras de arte, como el impacto de las cagadas de paloma en las esculturas de Florencia. Calcular el calor que generan 30.000 seres no es posible.
¿Sabe lo sucios que pueden llegar a ser 30.000 turistas en un espacio cerrado?. Hay quien come y bebe dentro, así que vaya usted haciéndose a la idea, pero lo que más me sigue obsesionando es lo de los niños cagaos. No recuerdo si el suelo de la sala 711 de Louvre es de moqueta o parquet. Si es de moqueta, a todo lo anterior, sume los ácaros que dejamos los seres humanos.
Y todo esto pagando 22 euros. Un precio elevado, a menos que tengamos en cuenta como valor añadido, las colas de entrada, sentirse en la Kaaba , la sauna involuntaria, la Experiencia borreguil, las fotos inútiles, constatar que fuera de España la gente es guarra sin paliativos y que hay más niños cagaos de lo que pensamos.
Lo del Louvre es una obligación turística, te guste o no el arte, cosa que no es raro, aún y así el turista debe cumplir con el ritual Louvreniano, para demostrar que ha estado en París. Yo prefiero la foto rídicula delante del Maxim’s, o las vistas horteras de PontNeuf , que quieren que les diga.
La directora pide 100 millones de euros para inversiones. No se si lo va a solucionar. Macrón quiere aumentar el precio de las entradas para los no comunitarios.
El año pasado ya se hablaba de construir un bunker para la Mona Lisa y canalizar las visitas. Yo si la pude ver, más o menos bien hace 35 años y tampoco es para tanto.
Ahora con Google Art la ve mejor desde casa.
¡Siempre nos quedará el resto de Paris!
Jorge LlopisDirector de pecadosdelarte.com