No han pasado ni tres cursos académicos desde que se empezaron a aplicar los currículums educativos desplegados de la LOMLOE; y ahora, ya estamos nuevamente inmersos en cambios legislativos que tendremos que poner en práctica a partir del próximo septiembre. Este hecho sería motivo más que justificado para montar una revolución; pero creo que por primera vez este cambio legislativo es esperado por el colectivo docente como “agua de mayo”.
El desatino de estos currículos ha provocado un retroceso en el aprendizaje de nuestros alumnos. Y no lo digo yo, lo dicen los resultados de las estadísticas de los últimos estudios educativos: PISA, IAQSE, etcétera. Además de provocar algunos vaivenes en los docentes que los han intentado aplicar.
Sin embargo estos nuevos currículos centran la atención en lo que realmente importa: el conocimiento. Acompañado del desarrollo de competencias y habilidades, sí; pero sin perder de vista que lo realmente importante es que el alumno aprenda algo. Porque se ha demostrado que sin conocimiento no podemos llegar a ser competentes y desarrollar nuestras habilidades y destrezas.
Y puesto que es en el conocimiento donde se ha centrado ahora la atención, el criterio de evaluación pasará a ser el referente para saber dónde tiene que llegar el alumno; no el leitmotiv de la evaluación como venía siendo hasta ahora. Calificar una disciplina ponderando los criterios de evaluación era un sinsentido.
Pero esto no es nada nuevo, desde la LOGSE ya se consideraba así. Y hablando de LOGSE, déjenme que les revele un pronostico. Después de leer estos nuevos currículos tengo la impresión que éstos se van a constituir como la antesala de volver al esquema que recogía la LOGSE: conocimientos, procedimientos y actitudes.
Por tanto, seran los centros educativos quienes decidan cómo evaluar a sus alumnos. En el caso de la asignatura que yo imparto, lengua castellana, lo tengo claro: una forma podria ser evaluar las cuatro destrezas lingüísticas con el mismo porcentaje, otro porcentaje dedicarlo a la evaluación del bloque de literatura, otro tanto por ciento para evaluar el trabajo del alumno y finalmente otro para calificar la actitud del alumno.
Otro de los aspectos destacables es la ampliación de las horas de matemáticas. Nuestros alumnos tienen que mejorar en esta disciplina; pero aquí la administración se enfrenta a un reto muy importante: tener profesorado. Las personas que podrían impartir esta asignatura no quieren dedicarse a la docencia. ¿Por qué? Dejo la pregunta abierta para reflexionar en próximos articulos.
En definitiva, los cambios no siempre caen bien porque nos obligan a salir de nuestra zona de comodidad, pero este, a buen seguro va a beneficiar al alumno y a agradar a muchos docentes hastíados de pelearse con postulados hetéreos sin sentido. Porque otra educación es posible.