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La democracia transparente

Por Fernando Navarro
viernes 24 de enero de 2025, 05:00h

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«La luz del sol es el mejor desinfectante». Todos los que hemos trabajado en Transparencia (cuando nuestro interlocutor empieza a poner cara de ¿y eso qué narices es?) hemos citado esta frase del Juez de la Corte Suprema Louis Brandeis. Quiere decir que, para limpiar la corrupción y eliminar las malas prácticas, lo primero es encender la luz. La luz elimina bacterias, ahuyenta a las cucarachas y disuade a los ladrones que prefieren actuar en la oscuridad. Porque uno actúa de manera diferente si se siente observado y hay experimentos interesantes en este sentido. Póngase una máquina de café en el trabajo y un platillo al lado con el cartel «café 0,5€», y algunos contribuirán y otros no. Pero si encima del cartel se pone una foto (una simple foto) con dos ojos, se animarán a contribuir muchos más. En fin, que podría decirse que lo de la luz del sol es el lema de la Transparencia, como lo de «limpia, fija y da esplendor» es el de la RAE y «tente mientras cobro» el de la construcción.

La transparencia no es más que el elemento inicial de una innovadora teoría política que consiste en defender que el político debe rendir cuentas. Tradicionalmente éste ha considerado que los presupuestos son su botín de guerra. Es el cheque en blanco que le proporciona el triunfo electoral, con el que hacer las cosas más útiles como colocar a sus amigos, crear redes clientelares, pagar a la prensa para que haga propaganda, y hacer regalitos a los votantes para que le sigan votando en siguientes elecciones y así obtener nuevos cheques. Por eso los defensores de la rendición de cuentas no se conforman con la transparencia sino que añaden, pobretes, otro concepto innovador: la evaluación de políticas públicas. Parte a su vez de las creencias, no siempre compartidas, en que a) los recursos públicos son, en realidad, de los ciudadanos (a diferencia de lo que piensa Carmen Calvo) y b) los recursos públicos no son ilimitados (a diferencia de lo que piensa la mayoría de los políticos). La evaluación exige al responsable político explicar por qué escoge destinar los recursos públicos (puesto que no son ilimitados) a un proyecto determinado en lugar de a otro, qué objetivos pretende obtener, y después (esta es la parte más divertida) qué resultados ha obtenido realmente. Si los resultados de la evaluación fueran decepcionantes 1) el político debería sentirse avergonzado y 2) el votante debería exigirle cuentas, empezando por no volver a votarlo. Vean un ejemplo al azar: en 2018 Pedro Sánchez nombró a un amigo Presidente de Correos, y en 2024 el mismo Pedro Sánchez rescató Correos con 4.000 millones. ¿Ha habido algún escándalo? Me temo que no.

Porque esta teoría revolucionaria de la rendición de cuentas, de la que la transparencia no es más que el heraldo, ya se ha quedado anticuada. Tal vez las bacterias se han hecho resistentes, o las cucarachas han aprendido a disimular su presencia haciendo aparecer otras cada vez más gordas y relucientes; tal vez se ha conseguido convencer a (parte de) los ciudadanos que lo que contemplan sus ojos no es más que un espejismo o un «bulo». El caso es que en España las corruptelas y las malas prácticas tienen lugar a plena luz. ¡Chúpate esa Brandeis! La luz del sol no ha impedido a Sánchez mercadear con el Código Penal, ni obtener su investidura a cambio de impunidad. Y la Ministra de Hacienda ni siquiera ha tenido que ponerse unas Ray-Ban (referencia viejuna, me temo) para cargarse la igualdad y la redistribución con el cupo catalán (está tan tranquila que ahora pretende gobernar una de las regiones que ha perjudicado con él).

Recientemente (esto es lo que ha provocado la redacción de esta columna perpleja) el Gobierno enfangado en corrupción ha promovido una proposición de ley orgánica que pretende eliminar la acción popular y que sea exclusivamente la Fiscalía la que promueva el proceso; parece que supone que el Fiscal General, cuya dependencia de Sánchez es tal que ya está imputado, no va a ser excesivamente severo con el Gobierno. La proposición ha sido acertadamente renombrada como «Ley Begoña» o «Ley para la Defensa de Sánchez» porque ha llegado a incluir una Disposición Adicional que le proporciona los efectos retroactivos que exonerarían a su mujer y a su hermano. Pero me temo que aparte del consuelo del choteo (que tal vez acaben prohibiéndonos en alguna Disposición Adicional o un decreto ómnibus) poco más nos queda. Tal vez es la propia democracia española la que está quedando transparente, tenue, insustancial…

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