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La ciudad desvanecida: negocios y oficios desaparecidos
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(Foto: J. Fernández Ortega)

La ciudad desvanecida: negocios y oficios desaparecidos

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 11 de enero de 2025, 23:00h

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La fisonomía de Palma ha cambiado en estos últimos años de manera importante, tanto por la desaparición de determinados negocios que eran ya emblemáticos como por el eclipse parcial o total de oficios que en algunos casos eran centenarios y que, por diversas circunstancias, fueron perdiendo poco a poco su razón de ser.

En el bellísimo y nostálgico libro La ciutat esvaïda, publicado por vez primera en 1953, el maestro Màrius Verdaguer hablaba de una Palma irremediablemente perdida en el tiempo, "esvaïda a la llunyania, envoltada dins la broma poètica dels records, abrillantada amb la llàgrima de l'enyorança, transfigurada en l'encantament de les coses que hem estimat: la ciutat de la nostra infantesa, la ciutat de la nostra joventut".

Cuando Verdaguer escribió esa obra, Palma tenía unos cien mil habitantes, mientras que ahora tiene algo más de cuatrocientos mil. Ya sólo este dato bastaría para poder intuir o vislumbrar cuánto ha cambiado Ciutat desde entonces. En ese sentido, uno de los cambios más significativos ha sido, sin duda, el de la desaparición de determinados comercios y oficios o el de su radical transformación, tal como podemos atestiguar los palmesanos nacidos en la segunda mitad del pasado siglo.

Hoy ya no hay lecherías, como la que había por ejemplo en la plaza Llorenç Bisbal, que a principios de los años setenta aún seguía abierta. Tampoco quedan pequeñas fábricas de gaseosas en el centro de la ciudad, como la que se encontraba ubicada en la calle Ballester, ni heladerías estrictamente familiares, como la de El Rubio en la calle Gerreria. En el caso de El Rubio, este buen hombre hizo además felices a miles de niños durante años vendiendo horchatas y helados frente a los colegios de San Agustín y de San Francisco.

Más llamativo aún ha sido el caso de los videoclubs, que llegaron a Palma en los años ochenta y que conocieron varias décadas de esplendor, hasta que el auge de Internet, las descargas ilegales y la aparición de las plataformas hicieron que esos negocios se fueran quedando progresivamente sin clientes, lo que provocó su progresivo e imparable adiós. El último videoclub palmesano en cerrar sus puertas fue el Universal, en octubre de 2021.

Unos comercios que nacieron también a finales del siglo pasado y que tuvieron asimismo una vida muy exitosa, aunque especialmente breve, fueron los 'Todo a cien' —a cien pesetas, claro—, que en 2002 pasarían a llamarse 'Todo a un euro' y que no funcionaron tan bien. Los sustitutos naturales de dichos comercios fueron los bazares chinos, que en general tienen un abanico algo más amplio de precios, al contar con muchos más productos, que, en cualquier caso, suelen ser bastante económicos.

UNA NUEVA ÉPOCA

Con todo, la pérdida más irreparable está siendo la de todos aquellos establecimientos emblemáticos cuyo nombre era conocido por varias generaciones de palmesanos y palmesanas, incluidas las actuales. Así, desde hace al menos una década, cada año vemos desaparecer decenas de esos comercios en Palma. En estos últimos meses, podríamos citar, sin ir más lejos, los casos de Calzados Melchor, Son Vivot, Colorins, Casa Canet, las cuatro últimas tiendas de Princesita, Alfredo Joyeros o Sa Botiga.

Las causas que han motivado esos y otros cierres no siempre son las mismas, pero en muchos casos tienen que ver con la jubilación y la falta de relevo generacional en las empresas familiares, la constante subida de los alquileres en los locales más céntricos, la notable bajada de las ventas por diversas razones o la dura competencia que están suponiendo las nuevas franquicias. A ello cabría añadir que la aparición de la pandemia del coronavirus en 2020 supuso la puntilla final para las tiendas que se encontraban ya en una precaria situación económica.

En este contexto, el profesor de Antropología de la UIB, Alexandre Miquel, explica a mallorcadiario.com otros posibles motivos que han conducido a esta situación. "Muchos negocios desaparecen no porque no se necesiten, sino porque hay una gentrificación y una turistificación en las grandes ciudades, incluida Palma".

Esto afecta sobre todo a los negocios de proximidad, que eran los que utilizaban los vecinos "para pequeñas reparaciones diarias y para hacer relaciones sociales". Un ejemplo de ello serían las ferreterías o las mercerías, "que también están desapareciendo, porque la gente ya no cose los calcetines, pues le sale más caro el hilo y la aguja que comprarse unos calcetines nuevos".

En esa misma línea argumentativa, Alexandre Miquel añade que "muchos oficios estaban muy vinculados a los barrios". Por ello, el debilitamiento de la vida barrial provoca que estén desapareciendo "aquellos negocios que eran muy artesanales". En cambio, no estaría siendo determinante en todos estos cambios la aparición de las nuevas tecnologías, que están más vinculadas a todo lo que tiene que ver con el sistema productivo.

OTROS PARADIGMAS

Paralelamente, la propiedad de locales y de pisos "se ha convertido en un objeto de especulación", es decir, "en un activo financiero", lo que dificulta aún más la renovación de muchos contratos de alquiler o el hallazgo de nuevos locales en los que poder establecerse comercialmente.

Tal como expone este reconocido antropólogo, las circunstancias descritas hasta ahora no sólo afectaron a determinados negocios, sino también a diversos oficios seculares que en algunos casos poseían una gran raigambre en la capital balear. Así, desaparecieron de nuestras calles los serenos, los carboneros, los colchoneros o los pregoneros, mientras que otros trabajadores artesanos aguantan a duras penas, como los afiladores —y su inconfundible chiflo—, los limpiabotas, los reparadores de radios y televisores, los heladeros ambulantes, los zapateros tradicionales, los trencadors de marès o los mestres d'aixa, entre otros.

"El propio sistema no permite que exista el trabajo artesanal, porque este necesita tiempo, dedicación y especialización", recalca a continuación, recordando que, además, el trabajo artesanal "reporta pocos beneficios". Al mismo tiempo, y hablando ya más en general, afirma que también está cambiando la relación que tenemos con el trabajo. "A muchos jóvenes, el trabajo ya no les preocupa como un mecanismo de realización o de construirse socialmente, sino que es una cosa que hacen servir para ganar dinero, por lo que consideran absolutamente normal que los trabajos sean precarios", sintetiza.

La idea de vida profesional o de vida de oficio "es una idea que hoy no tiene demasiado sentido para una persona joven". Alexandre Miquel recomienda, en este punto, la lectura del libro de Richard Sennett El artesano, que analiza "por qué se ha perdido o por qué se pierde esta relación directa de la persona con aquello que hace". El citado libro "hace unas reflexiones muy interesantes sobre cómo cambia la relación de la persona con el trabajo y sobre por qué existen hoy pocos espacios para el artesano".

Un último hecho a tener en cuenta es que "muchos oficios que nosotros pensamos que han desaparecido, no lo han hecho en realidad, sino que han sido deslocalizados". Se trata de oficios vinculados con la fabricación artesanal de prendas y complementos, que en la actualidad tienen una gran pujanza en Marruecos, en algunos países del Este y en varios estados asiáticos.

LOS QUE RESISTEN

En cualquier caso, existían y existen de momento aún en Palma negocios específicos de muy larga tradición que por ahora no han desaparecido del todo, si bien su número va siendo cada vez menor en la capital balear. Así ocurre con los bingos, las mimbrerías, los comercios de revelado de fotografías, las antiguas agencias matrimoniales, las tiendas de retales o los quioscos de barriada.

En un punto intermedio se encuentran los cines, ya que por una parte ya no están algunos tan históricos como los Metropolitan o los Chaplin, aunque al mismo tiempo se mantienen otros tan representativos como la Sala Augusta o la Sala Rívoli, que conviven con las salas cinematográficas situadas en varios centros comerciales, casi todos ellos levantados en el extrarradio o en las afueras de la ciudad.

Uno de esos cines, el CineCiutat —los antiguos Renoir—, se encuentra ubicado en S'Escorxador, un espacio proyectado en 1905 por el arquitecto Gaspar Bennàzar, que se rehabilitó por completo cuando dejó de ser el antiguo matadero municipal, a principios de los años ochenta. S'escorxador representa, seguramente, el ejemplo más remarcable de un cambio de uso total en un conjunto arquitectónico de un gran nivel, que además de contar con el CineCiutat, dispone de bares, restaurantes, un centro de salud, una biblioteca y un centro cultural.

Al igual que ocurre con los cines, los teatros son también historia viva de esta ciudad. Entre los que ya no están se encuentran el Teatro Lírico —hoy S'Hort del Rei—, el Teatro Balear o el Salón Rialto, en donde además se proyectaban películas. Su desaparición se compensó, de algún modo, en la primera década de este siglo, con la gran reforma del Teatre Principal, la rehabilitación del Teatre Municipal Mar i Terra o la creación del Teatre Municipal Xesc Forteza.

Un caso diferente a todos los citados es el de los establecimientos que han cambiado su antigua designación genérica por otra más actual. Ese sería el caso de las antiguas granjas, hoy ya desaparecidas como tales, que con el tiempo acabarían dando paso a las chocolaterías y las heladerías de nuevo cuño. Otro ejemplo sería el de las tiendas de fábrica, conocidas en la actualidad como 'outlets'. De esa forma más o menos nominativa, la Palma del pasado se ensambla con la del presente y con la del futuro.

Precisamente, en La ciutat esvaïda Màrius Verdaguer hablaba también de la ciudad futura, como noble aspiración de días mejores. "Cap a ella van els avions, els trens, els grans vaixells de l'avenir, i hi va la nostra imaginació que s'embriaga amb els bells somnis". En esa ciudad futura trabajan las patronales del pequeño y mediano comercio, miles de emprendedores y las principales instituciones isleñas, con el objetivo común de que algunos de esos bellos sueños puedan acabar convirtiéndose algún día en una realidad muy querida.

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