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El soberanismo mallorquín, confesional y monárquico

miércoles 01 de enero de 2025, 13:06h

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La exigua manifestación de unos centenares de soberanistas el pasado lunes en Palma, reivindicando, estelades en mano, la inexistente Diada de Mallorca del 31 de diciembre, pone de manifiesto el cúmulo de contradicciones en que vive ese espacio político, desde el radicalismo de grupúsculos violentos como Arran y otros, pasando por Més -epítome del más acendrado fariseísmo-, y llegando hasta la posición oficial de El PI, que, debido a razones inexplicables para sus propios militantes, aún no se ha dado cuenta de que no comparte con esta tropa soberanista ni un ápice de su concepción de la realidad.

Hasta que, hace 28 años, la presidenta Maria Antònia Munar y su gobierno insular no instauraron una fecha simbólica como la del 12 de septiembre para celebrar una efeméride que pudiera ser compartida por toda la ciudadanía de la Isla, absolutamente nadie ajeno a la política había oído hablar de una Diada de Mallorca.

Los soberanistas se limitaban, cada 31 de diciembre, a reventar la Festa de l’Estendard -celebración propia de Ciutat desde hacía siglos-, con sus muchachos más atrabiliarios haciendo gala de su ‘talante democrático’ mediante el boicot, los insultos y las agresiones, algo que acabó impidiendo que una compañía del Ejército rindiera honores en Cort al Penó del Rei En Jaume, acto solemne que formaba parte de la celebración desde tiempo inmemorial y que constituía todo un símbolo, único en el territorio español. El Ejército fue sustituido por la policía local -como si la Conquesta la hubieran protagonizado agentes del orden público-, fundamentalmente por la cobardía, complejos patológicos y falta de bagaje histórico inherente a los políticos locales de ese momento, no precisamente de la izquierda soberanista.

El PSIB y UM sumaron sus votos en el Consell en 1997 y quedó instaurada esa Diada de Mallorca con pretensión de ganar, desde cero, progresivo arraigo entre la población, Esta conmemoración rigió hasta que, en 2016, el Pacte de Francina Armengol sucumbió a las exigencias de Més y, en una muestra de incoherencia con la precedente posición de los socialistas y de deslealtad institucional sin parangón, fulminó una débil tradición de 19 años para crear ex novo la que le pedían sus inestables socios independentistas.

Nunca arraigó el 31 de diciembre como fiesta de toda la Isla porque, sencillamente, jamás fue tal cosa. Era y es una celebración palmesana, por más que el hecho conmemorado marcara un hito histórico para todo el archipiélago, lo cual es indudable.

Y, para colmo del disparate político, la formación heredera en su mayor parte de UM, El PI, se viene sumando en los últimos años a la reivindicación del club de estos independentistas soñadores de una república confederal de Països Catalans, cada día más alejada -como todos ellos- de la realidad social.

Como republicanos y laicos, además, estos soberanistas de pa amb fonteta resultan bastante peculiares. Mientras se pasean ataviados con el simbólico pañuelo palestino y sacan a pasear siempre que pueden su visceral odio hacia Israel, no paran de corear consignas para honrar a un monarca medieval que con sus tropas masacró -como, por otro lado, era lo habitual en esa época-, a la mayor parte de la población musulmana de Ciutat para sustituirla por colonos cristianos importados.

Si alguien es capaz de dar una explicación coherente a semejante empanada mental, creo que ha llegado el momento de hacerlo.

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