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No lo dejemos pasar

domingo 22 de diciembre de 2024, 05:00h

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Llegar al trabajo puede convertirse en una auténtica tortura para muchas personas. Amar tu profesión a veces no basta para soportar el día a día entre cuatro paredes con una persona que te la tiene jurada, sobre todo cuando el ambiente laboral se torna hostil. Al igual que sucede en el colegio, uno no escoge a sus compañeros de viaje.

Vivimos en una sociedad donde debes abrirte paso como puedes, enfrentando situaciones complicadas y, en ocasiones, soportando conductas inapropiadas. Se ha puesto de moda la idea de que no somos lo suficientemente resilientes y que, a base de "callo", uno debe curtirse para superar las adversidades.

“El tiempo todo lo cura”... Pues bien, no puedo estar más en desacuerdo con esa frase. No todo en esta vida es tolerable, ni debemos permitir cualquier comportamiento. Acudir a una psicóloga o terapeuta no debería ser una consecuencia obligada por tener que enfrentarnos al acoso, mofas o lenguajes despectivos de algún compañero o, lo que puede ser incluso peor, un jefe. Aunque buscar ayuda profesional es crucial para muchas personas, no podemos normalizar el origen de estas situaciones.

Hoy quiero hablar del acoso laboral, una realidad que sufren muchas personas en su día a día. Recientemente, un amigo me relató su experiencia. En su empresa, un nuevo jefe decidió que él sería el blanco sobre el que ejercer presión: insultos, gritos, malos gestos, lenguaje despectivo, motes absurdos (!!)… La lista era interminable.

Más allá de notificarlo a recursos humanos o a superiores, esta situación no ha dejado de repetirse, más que nada, porque un acosador, sabe cuidar su imagen ante los superiores y porque el miedo que impone hace que muchos no digan lo que piensan o lo que ven diariamente.

Mientras escuchaba su historia, mi cara interior era un poema. Traté de mantener la compostura, pero no podía evitar sentir indignación. Lo único que me salió decirle fue que todo mejoraría, que ese jefe tarde o temprano acabaría cayendo. Aunque no estaba convencida de mis palabras, intenté tranquilizarlo, porque en ese momento no sabía qué más hacer.

La realidad es que son muchos los que sufren abusos diarios en su trabajo. Si nadie se planta y ayuda a la víctima, el problema persiste. Un abusador solo es fuerte cuando no encuentra resistencia, cuando el grupo mira hacia otro lado. Por eso, los compañeros y compañeras tienen un papel crucial: apoyar a la persona afectada, alzar la voz y enfrentarse al acosador.

Es intrínseco en nuestra naturaleza eludir problemas que no nos afectan directamente, mirar hacia otro lado como si no fuera con nosotros, pero esta indiferencia no puede seguir siendo la norma. Debemos poner un alto, sin importar la posición o autoridad del acosador.

Mi amigo no puede quedarse solo. Sentirse aislado y vulnerable puede ser devastador y tener graves consecuencias psicológicas. Y lo peor de todo, es que este abuso se enquista en nuestro interior y pocas veces el tiempo lo cura.

Por eso, hago un llamado a la acción. Si en algún momento eres testigo de una situación de abuso o ves a un compañero o compañera enfrentándose, dale tu apoyo. Levántate y enfréntate al acosador. No lo dejemos pasar. No permitamos que la maldad prevalezca sobre las buenas personas. El acoso laboral sólo terminará cuando cada uno de nosotros decida actuar y marcar un límite. No lo dejemos pasar.

Gracias G., por tu aportación a este artículo.

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