Tras la entrada en vigor del estado de alarma en España el 14 de marzo de 2020, la actividad laboral se paralizó casi por completo, salvo en el caso de las actividades consideradas esenciales, así que la mayor parte de habitantes de este país sólo podíamos salir de casa para ir a un supermercado, a un mercado municipal, a un colmado, a una panadería o a una farmacia.
El resto de establecimientos y de comercios, así como todos los colegios, estaban cerrados, por lo que cuando puntualmente salíamos a comprar, a veces podíamos andar varios minutos sin ver a nadie, o a lo sumo cruzarnos con alguien que estaba paseando a su mascota. Parecía que vivíamos en ciudades fantasma. En ese sentido, una de las imágenes más impactantes al inicio del confinamiento era la de las calles de cualquier ciudad española prácticamente desiertas, mientras las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad o el Ejército patrullaban por las vías principales o nos pedían desde sus vehículos, a través de megáfonos, que nos quedáramos en casa.
La sensación de tristeza o de angustia, de una tristeza o de una angustia desconocidas hasta entonces, se mantenía cuando llegábamos por ejemplo a un supermercado. Una vez allí, hacíamos siempre cola en el exterior, sin apenas hablar, guardando la distancia, embebidos en nuestros pensamientos. Ya en el interior, nos poníamos siempre guantes para poder comprar y observábamos el uso cada vez mayor de mamparas de protección en los citados establecimientos y en las farmacias.
Por nuestra condición insular, en algún momento llegamos a temer que al inicio de la cuarentena se pudiera producir un posible desabastecimiento de alimentos o de determinados productos de primera necesidad, pero esa circunstancia no se llegó a producir nunca. Los barcos de mercancías siguieron llegando con regularidad y los transportistas realizaron un trabajo ímprobo en todas las localidades de Mallorca. Aun así, es cierto que durante un par de semanas no fue posible encontrar papel higiénico o que las farmacias agotaron muy pronto sus primeras reservas de mascarillas, guantes o hidrogel, que además aún tardarían un tiempo en poder ser repuestas.
Esas carencias, que por fortuna acabarían siendo puntuales, se vivieron también en mayor o menor medida en el resto de España. Mucho más preocupante fue la falta de material de protección para el personal sanitario, una circunstancia que, en Baleares, el Govern presidido entonces por la socialista Francina Armengol trató de paliar haciendo varias compras directamente a China. El Ejecutivo balear adquirió también 1,4 millones de mascarillas a la empresa española Soluciones de Gestión, una adquisición cuya posible idoneidad y legalidad ha sido puesta bajo sospecha a lo largo de 2024.
Más allá de nuestras fronteras, al inicio de la pandemia se evidenciaría muy pronto que casi ningún país del mundo estaba preparado para un suceso de estas características. Tampoco el nuestro. Esa triste realidad se hizo sobre todo especialmente patente en las residencias de la tercera edad, en donde el número de contagios y de muertes de nuestros mayores crecía al principio de una forma exponencial. A causa del confinamiento, no podía haber, además, ni siquiera el consuelo de una visita a nuestros abuelos o a nuestros padres si estaban en una llar o, cuando se producía un fallecimiento, de un último adiós.
EL ORIGEN DE LA PANDEMIA
El 31 de diciembre de 2019, las autoridades sanitarias de la ciudad china de Wuhan habían informado a la comunidad internacional de que había 27 personas en esa urbe que estaban padeciendo desde hacía tres semanas una neumonía de origen desconocido hasta entonces. El virus causante de todos esos casos iniciales sería bautizado unos pocos días después con el nombre de SARS-CoV-2. En aquel momento, la mayoría de países europeos creían que ese virus no llegaría nunca al Viejo Continente. En cualquier caso, varios estados se empezaron ya a movilizar.
En España, el Ministerio de Sanidad presentó el 23 de enero de 2020 un protocolo de actuación frente a posibles casos del nuevo coronavirus, un documento destinado esencialmente al personal sanitario. En ese protocolo se avanzaba que el SARS-CoV-2 (luego denominado Covid-19) se transmitía por el aire y por contacto directo. Asimismo, se explicaba que los pacientes con ese virus deberían ser aislados y que se debería hacer un seguimiento de todos los contactos estrechos.
El primer caso de Covid-19 en nuestro país, detectado en La Gomera, sería confirmado el 31 de enero de 2020. Apenas una semana después, el 9 de febrero, se confirmaba el segundo caso, precisamente en Mallorca. El afectado era un ciudadano británico residente en la isla, que fue ingresado junto con su familia en el Hospital de Son Espases y que se recuperó totalmente a los pocos días.
A partir de febrero, los casos de coronavirus se iban extendiendo ya por todo el mundo, es decir, mucho más allá de China y del importante foco que se había detectado entonces en el norte de Italia. Finalmente, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció el 11 de marzo que la extensión del Covid-19 le daba ya un carácter de pandemia.
La primera muerte por coronavirus en España había tenido lugar el 13 de febrero de 2020, si bien no sería confirmada oficialmente como tal hasta el 3 de marzo. El fallecido era un ciudadano de la Comunidad Valenciana, que unas semanas antes había viajado al Nepal. En Mallorca, el primer fallecimiento se produjo el 12 de marzo. La víctima fue una mujer de 59 años, ingresada en Son Espases, que sufría una patología crónica.
Según datos oficiales facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 fallecerían en España un total de 60.358 personas por Covid identificado y confirmado —557 de ellas en Baleares—, mientras que 14.481 más morirían en el conjunto del Estado con la sospecha de que fue también por el coronavirus —43 de ellas en Baleares—. Por tanto, en el primer año de la pandemia fallecieron en nuestro país un total de 74.839 personas directa o indirectamente por el Covid, 600 de ellas en Baleares.
LAS PRINCIPALES DECISIONES
La transmisión comunitaria del virus seguramente se inició en España a finales de febrero o principios de marzo de 2020. El constante incremento de positivos de Covid-19 a partir de entonces fue determinante para que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciase el 13 de marzo que un día después empezaría el estado de alarma en todo el territorio español. Sánchez tomó esa decisión poco después de que el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón, le hubiera dicho que había que adoptar medidas drásticas de inmediato, porque de no ser así, el sistema sanitario español podría colapsar al poco tiempo.
El Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, estableció que la única autoridad competente mientras durase ese primer estado de alarma sería el Gobierno. En ese contexto, las principales decisiones serían tomadas por el presidente Sánchez, así como también por el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa; la ministra de Defensa, Margarita Robles; el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, y el entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos. En los días inmediatamente posteriores, se aprobaron varias resoluciones igualmente muy importantes. Así, el Ministerio del Interior decretó el cierre total de fronteras en España a partir del 17 de marzo, mientras que el 19 de marzo el Ministerio de Sanidad ordenó el cierre de todos los hoteles de España en un plazo de siete días.
Los hitos de relevancia histórica para el conjunto del país se sucedían casi a diario en aquellos días. Uno de ellos fue que el 17 de marzo tuvo lugar el primer Consejo de Ministros virtual de la historia de España. Un día después, el Rey se dirigía a la nación. "A lo largo de los años hemos pasado por situaciones muy difíciles, muy graves; pero, como las anteriores, esta también la superaremos. Porque España es un gran país; un gran pueblo que no se rinde ante las dificultades", recalcó Felipe VI en un emotivo discurso. La práctica totalidad de la sociedad española estuvo entonces, efectivamente, a la altura de las circunstancias, respetando mayoritariamente las restricciones y mostrando una gran capacidad de empatía y de solidaridad.
La citada actitud responsable sería decisiva para que el 28 de abril el Gobierno aprobase un plan de desescalada, que constaría de cuatro fases. La desescalada sería gradual, asimétrica y coordinada, lo que significaba que cada autonomía podría pasar de una fase a otra dependiendo sobre todo de la capacidad de su sistema sanitario y de su situación epidemiológica en cada momento. El Ejecutivo anunció también entonces que se crearía un comité de expertos independiente, al margen del CCAES, que ayudaría en la toma de decisiones sobre el desarrollo de la desescalada, si bien este comité no llegaría a crearse nunca. La desescalada como tal finalizaría el 21 de junio, coincidiendo con el final del estado de alarma, para dar paso a la llamada "nueva normalidad", tal como la definiría el presidente del Gobierno.
Antes del inicio de la desescalada, el gesto simbólico aún hoy más recordado es el de los aplausos que centenares de miles de españoles dedicábamos cada día a las 20.00 horas a todo el personal sanitario y también a las distintas unidades policiales. Salíamos a los balcones y les aplaudíamos, mientras los sanitarios y los policías nos aplaudían a su vez a nosotros desde sus lugares de trabajo. Eran siempre momentos de una gran e intensa emoción, de agradecimiento sincero, de fe, de esperanza y a veces también de una melancolía casi infinita o de incontenibles lágrimas de aflicción en rostros exhaustos. Esos aplausos diarios se iniciarían el 14 de marzo y finalizarían el 17 de mayo en la mayor parte de ciudades españolas, coincidiendo con el inicio del citado plan de desescalada.
En este contexto, cabe recordar que buena parte del personal sanitario de nuestro país trabajó durante semanas sin los imprescindibles equipos de protección individual, circunstancia que se traduciría en aquellos primeros meses en un muy elevado número de profesionales sanitarios contagiados de coronavirus, unas infecciones que resultarían mortales en no pocos casos. Así, según datos facilitados por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España, entre marzo de 2020 y marzo de 2021 murieron 112 médicos en el ejercicio de su profesión a causa del Covid. Por lo que respecta a los enfermeros, a lo largo de 2020 fallecieron 10 por la misma causa, según datos facilitados por el Consejo General de Colegios Oficiales de Enfermería de España.
LA GESTIÓN DEL GOVERN
Coincidiendo con el inicio del verano, el Ejecutivo que presidía Armengol puso en marcha un plan piloto de apertura de corredores turísticos seguros, con la autorización del Ministerio de Sanidad. Inicialmente, este plan se iba a desarrollar entre el 15 y el 30 de junio de 2020, y preveía la llegada a Baleares de forma escalonada de un máximo de 10.900 turistas alemanes, a través de 47 vuelos en total. Sin embargo, este proyecto quedaría reducido a una semana, después de que Sánchez anunciase que España adelantaría al 21 de junio la apertura de fronteras con la Unión Europea.
A lo largo de aquel estío, Armengol impulsó otras iniciativas relevantes. Así, el 19 de junio de 2020 aprobó el plan autonómico que recogía las medidas de seguridad por el coronavirus que deberían aplicarse en todos los ámbitos del Archipiélago a lo largo de los meses siguientes. Dicho plan fijaba, entre otras medidas, diversas restricciones para los locales de ocio nocturno, como por ejemplo la obligatoriedad de cerrar a las dos de la madrugada, la prohibición de poder bailar en el interior de las discotecas o la limitación de que sólo podrían abrir sus puertas las salas que tuvieran un aforo máximo de 300 personas.
Para intentar reforzar esas medidas iniciales dirigidas a prevenir la propagación del Covid-19, el Govern aprobó en la segunda semana de julio el decreto ley 11/2020, de 10 de julio, por el que se establecía el régimen sancionador específico para hacer frente a los incumplimientos de las disposiciones estatales y autonómicas dictadas para paliar los efectos de la crisis ocasionada por el coronavirus. Ese decreto ley establecía sanciones de hasta 600.000 euros para las infracciones consideradas más graves, como por ejemplo la comercialización de fiestas ilegales.
Con posterioridad, el 13 de julio, Armengol aprobó una resolución específica por la que se obligaba a llevar la mascarilla en la vía pública en toda la Comunidad. Quedaron exentas de esa obligatoriedad zonas como playas y piscinas o situaciones concretas como llevar a cabo prácticas deportivas o tocar instrumentos de viento. Además, tampoco sería necesario llevar mascarilla en otros casos, como por ejemplo al consumir alimentos en bares y restaurantes, al pasear por la naturaleza o al encontrarse en los paseos marítimos o en los centros de trabajo, siempre y cuando se pudiera mantener la distancia de seguridad de un metro y medio en esos dos últimos supuestos específicos.
Por último, el 15 de julio, la Conselleria de Salut aprobó una resolución que decretaba el cierre de la calle Punta Ballena de Magaluf y de las calles Pare Bartomeu Salvà y Miquel Pellisa de la Playa de Palma, una medida que sería recurrida por los empresarios afectados. Un día después de la publicación de esa primera resolución, Salut aprobó otra el 16 de julio, en la que decretaba el cierre inmediato de todos los establecimientos de ocio y restauración de otras dos calles de Magaluf, General García Ruiz y Federico García Lorca. Las dos resoluciones citadas, que estuvieron vigentes hasta el 15 de octubre, tenían como objetivo principal intentar frenar las recurrentes aglomeraciones de turistas constatadas en Magaluf y en la Playa de Palma.
En los meses posteriores y hasta finales de 2020, Armengol iría tomando de manera sucesiva otras medidas, pensadas ya para la población en general, como por ejemplo hacer confinamientos parciales y flexibles en las barriadas de Palma y en los municipios de Baleares más afectados entonces por el Covid. En ese sentido, inicialmente, existía una cierta unanimidad a la hora de valorar positivamente la gestión del Govern durante aquel periodo. Aun así, también es cierto que fue muy criticado que la noche del 7 de octubre de 2020 Armengol se encontrase en el interior del Hat Bar de Palma, con varios colaboradores, más allá del horario permitido, que era la una de la madrugada. Tras las reacciones negativas provocadas por aquella salida nocturna, la presidenta finalmente pidió disculpas de manera pública por lo sucedido.
UN ANTES Y UN DESPUÉS
Cuando apareció el coronavirus en España, empezamos a emplear palabras o expresiones poco o nada utilizadas hasta entonces, como "pruebas PCR", "test de antígenos", "fases de la desescalada", "cierre perimetral", "doblegamiento de la curva", "empresas en ERTE" o "nueva normalidad". En aquellas fechas aprendimos además la importancia esencial de respetar las denominadas tres "emes" —mascarillas, manos limpias y metros de distancia— para prevenir posibles contagios.
Al mismo tiempo, y ante la imposibilidad de poder besarnos o abrazarnos, aprendimos también a saludarnos y a despedirnos de otra forma, con el codo, con el puño o poniendo la mano derecha sobre nuestro corazón. Aprendimos incluso que es posible vivir sin fútbol, al menos durante un tiempo, pues todas las competiciones futbolísticas estuvieron paradas en nuestro país hasta el 8 de junio, día en que se reanudó La Liga, si bien sin aficionados en las gradas de los estadios.
Hubo también otras enseñanzas, como por ejemplo que nos podíamos defender más o menos bien con el teletrabajo o que nuestros hijos podían aprender los misterios de las ciencias y de las letras no sólo en la escuela, sino también vía telemática. Además, los adultos nos vimos obligados a ser un poco más pacientes de lo habitual, sobre todo cuando casi desde el primer momento supimos que las anheladas vacunas aún tardarían algunos meses en llegar y en poder ser suministradas. De hecho, la vacunación en España no empezaría hasta el 27 de diciembre de 2020.
Al inicio del confinamiento, la paciencia fue también una buena compañera en aquellas fechas, junto con la tolerancia, la flexibilidad y la imaginación, para las infinitas horas en que muchas parejas y muchas familias —algunas numerosas— permanecieron juntas en sus respectivas casas. En los hogares, aquellos lejanos días de marzo fueron pasando con una cierta celeridad entre continuas desinfecciones, charlas por Skype, actividades diversas en los balcones, reenvío de todos los "memes" que nos mandaban, lectura de diarios digitales y visionado "non stop" de la televisión.
En no pocos casos se dio también, hay que reconocerlo, una cierta picaresca. Podríamos recordar, por ejemplo, que durante varias semanas algunos propietarios de mascotas sacaron a pasear a sus perros mucho más de lo que quizás lo habían hecho nunca antes o que hubo también personas que en lugar de ir al supermercado o a la panadería que tenían justo al lado de su casa, decidían aventurarse a veces hasta casi el otro extremo de su municipio para comprar unas acelgas o una barra de pan. Fue en aquellos momentos cuando se produjeron ya las primeras sanciones por el incumplimiento de algunas de las restricciones fijadas en el primer estado de alarma.
Por otra parte, desde la oposición Vox presentó en su momento sendos recursos ante el Tribunal Constitucional por considerar no ajustados a la ley los dos estados de alarma aprobados por el Gobierno. El Tribunal de Garantías acabaría dando la razón a la formación de Santiago Abascal en ambos casos. Así, el 14 de julio de 2021 este órgano dictó una sentencia en la que consideraba inconstitucional el confinamiento, al entender que para acordar el confinamiento de toda la población es necesario declarar el estado de excepción. El otro pronunciamiento del Constitucional tuvo lugar el 27 de octubre de ese mismo año, en un fallo en el que consideró improcedentes varios preceptos del decreto del segundo estado de alarma, que estuvo vigente entre el 9 de noviembre de 2020 y el 9 de mayo de 2021.
Una de las mejores síntesis de lo que significó aquel primer año de pandemia la haría el maestro Andrés Trapiello en ABC al acabar 2020. "El dolor inmenso de la muerte, el miedo a contagiarse, la angustia de vivir encerrados sin salir de las casas, todo eso, la realidad, lo guardará cada cual en su almario mientras viva", escribió, para añadir: "Pero la irrealidad de las calles sin gentes y sin circulación rodada, las tiendas y bares cerrados y los maniquíes de los escaparates inmóviles semana tras semana (los maniquíes en épocas de normalidad suelen aprovechar la noche para cambiar de postura o irse por ahí), todo eso se recordará ya siempre".
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