Y, no fue. Ayuso es, sin duda, una Presidenta singular, que difícilmente encaja en el aún más singular PP, acostumbrado a ir a rebufo del ‘sanchismo’, dados sus no superados ‘complejos históricos’ (Jiménez Losantos). No es el estilo de la Presidente madrileña. Guste más o menos, pero ahí están sus éxitos políticos innegables (mayoría absoluta en Madrid) incluso para la misma izquierda, obsesionada por ello en lapidarla. No han podido con Ella, aunque el mismo Sánchez, como hemos visto en sus años monclovitas, se haya empleado a fondo. En definitiva, Ayuso, que ya lo había anunciado en la Ejecutiva del partido, decidió que no se reuniría con el Presidente Sánchez.
Para valorar esta actitud, es necesario tener ante sí el conjunto también específico de circunstancias en las que se enmarca la respuesta al Presidente del gobierno. Nunca suelo ser partidario de valoraciones en base a concepciones abstractas pues llevan a errores seguros. Tampoco suelo evaluar situaciones en función de la reacción de quien se siente, al menos como actitud formal, menospreciado. El ‘sanchismo’ se ha revuelto y ha jaleado la decisión de Ayuso, cual perro de caza, a fin de apagar los ecos de la corrupción que, presuntamente, le salpica por varios flancos y, muy particularmente, para que pierda intensidad, fuerza y viveza lo actuado por Begoña Gómez y por su marido en su defensa, incluso con la indebida utilización de instituciones estatales.
La primera razón, y muy importante, alegada por Ayuso tiene que ver con el propósito perseguido por el convocante. Sánchez ha llamado a los Presidentes autonómicos después de “pretender romper la Hacienda común de todos los españoles por exigencias de sus socios independentistas, gracias a los cuales está en el Gobierno. Un pacto letal para el Estado de derecho, la unidad de España y la solidaridad entre regiones” (Aguirre, TO). Llevaba años sin querer reunirse, de modo colectivo, con los presidentes de las CCAA. Ahora, ¡qué casualidad!, desea verse, por separado, con los mencionados presidentes autonómicos. Inmediatamente, Ayuso salió a la palestra pública e ilustró, a todo el que quiso escucharla, sobre lo que en realidad se escondía en el anuncio presidencial.
Ayuso quiso “parar este sin sentido”, del que no quería “ser parte”. Vio en la convocatoria presidencial una trampa e hizo “lo correcto para España”.
Era muy sencillo y fácil de detectar para alguien con el instinto político de la Presidenta madrileña. Sánchez necesitaba, y buscaba a toda costa, ‘blanquear’ el referido pacto fiscal. Como se dice en el Editorial de LD, “las reuniones (…) eran una trampa para crear división en el PP” y para “encontrar mandatarios autonómicos (da igual de qué partido) que acepten sus enjuagues con ERC para mantenerse en el poder”. Buscaba que algún Presidente autonómico, o todos, se vendiese (diera por bueno el pacto fiscal, ya acordado unilateralmente por Él) a cambio de un plato de lentejas (algún aumento puntual de los recursos que reciben del Estado). Un verdadero trágala. En definitiva, una burda y grosera maniobra, nada respetuosa, por cierto, con una relación institucional seria y normal. ¿Por qué, entonces, los Presidentes autonómicos del PP han participado en semejante montaje? ¿Acaso para ellos no cuentan los ciudadanos que representan? Lo de siempre: actúan a rebufo del ‘sanchismo’. Siguen sin aprender.
La alerta de Ayuso hizo que todos los Presidentes autonómicos del PP se pusiesen de acuerdo, al menos, en un punto concreto: no tratar con Sánchez, de modo individual, nada relativo al pacto fiscal catalán. A Sánchez lo habían pillado con el carrito del helado. Esa cuestión debería tratarse de modo colectivo en el marco de la legalidad en vigor. Sánchez ha tenido que ceder y, de este modo, el PP ya había obtenido una primera ‘victoria moral’. Como todo esto le supo a cuerno quemado, la reacción presidencial fue directa contra quien le puso semejante piedra en el camino de sus planes. ¡Su voluntad es ley!
La segunda razón alegada por Ayuso tiene que ver con “las ‘difamaciones’ lanzadas la pasada semana por Sánchez y varios ministros contra ella y su pareja” (Jaime Rodríguez). Actuó a impulsos del cabreo descontrolado que sentía. En el propio Congreso de los Diputados relacionó directamente a Ayuso con la ‘corrupción’ (abecedario del PP) y, al día siguiente, desde Bruselas, insinuó que la Presidenta madrileña “’presuntamente puede haberse beneficiado’ de los negocios de un ‘delincuente confeso’, en referencia a su pareja” (Ibidem). Ayuso, era esperable, no podía prestarse a esa tramposa reunión con quien tan gravemente le insultaba.
Ahora toca, por fin, una valoración de la reacción de la Dirección nacional del PP. Comparto el juicio certero de Jiménez Losantos: “Desde que volvió de vacaciones, si es que ha vuelto, el PP acumula tal cantidad de errores no forzados, hijos de sus complejos históricos, que, además de no rentabilizar el desgaste de Sánchez, ha conseguido resucitar a Vox. El sí, pero al plante de Ayuso al marido chuleta de la imputada Begoña resume todo lo que no debe hacer un partido que aspira a la victoria”. Completamente de acuerdo.
A estas alturas, no se pueden, en efecto, cometer errores tan de bulto (Pilar Cernuda, TO), como los más recientes. El ‘sí, pero’, al mayor activo del partido, alegando la institucionalidad, es hacerle el juego al adversario y someterse a él. Ah, las reacciones, y más si son de apoyo, se expresan de inmediato y no a las cuarenta y ocho horas. No son tiempos para ingenuos, sino para sagaces. Es urgente reforzar la dirección nacional en diferentes áreas y estar más al loro.
En cualquier caso, todos en el PP y sobre todo sus líderes, han de tomar muy buena nota de lo sucedido y de sus consecuencias (Juanma Lamet). Aunque altere el ánimo de más de un pusilánime que no debiera estar en lo alto de la dirección del partido, Isabel Díaz Ayuso goza de “‘vía libre’ en lo político y ahora en lo institucional. Esa parcela la acaba de conquistar por la vía de los hechos consumados” (Ibidem).
Gregorio Delgado del Río