Se va cerrando el círculo. La mano del Rey ha caído. El dedo acusador de una fiscalía contaminada protagoniza otro episodio bochornoso para la maltrecha Fiscalía General del Estado. El Tribunal Supremo ha imputado nada menos que al fiscal general del Estado, García Ortiz, por revelación de secretos en el marco de la cacería contra Ayuso en la que el PSOE se empeña sin éxito. Cuanto más la atacan, más la reafirman como la femme fatale que amenaza su continuidad en la Moncloa.
Todo ello es el precio de colonizar todas las instituciones del Estado. Colocar a exministros en el Tribunal Constitucional, el Consejo de Estado, en el Banco de España o en la Fiscalía General del Estado está teniendo un coste reputacional sin precedentes en nuestra democracia. Denostar así las instituciones provoca un merecido rechazo social y alimenta la creciente desconfianza de los ciudadanos en el sistema, dando alas a opciones políticas cada vez más radicalizadas y personalistas.
A ello se suma la imputación de la mujer del presidente del Gobierno, el hermano del presidente que paga impuestos en Portugal, el ex no2 del PSOE (José Luis Ábalos) que recibía a escondidas a la vicepresidenta de Venezuela para Dios sabe qué... Los socialistas de Sánchez viven sus horas más bajas tras un cerco de imputaciones, sin presupuestos y con más de 30 derrotas parlamentarias en lo que va de año. El narciso monclovita no remonta el vuelo, lastrado por los infames abrazos con el brazo político de ETA y los delirios de un Puigdemont que juega con su voluntad como un niño caprichoso.
En Baleares no están mejor. Su lideresa vive un exilio madrileño, aupada a un cargo envenenado, bajo la sombra de la corrupción de su gobierno con la trama de las mascarillas tan defectuosas como millonarias con contratos nulos. Cabe recordar que el Consell Consultiu dio la razón a Prohens y concluyó que el ejecutivo del PSOE adjudicó el material por vía de urgencia a una empresa "sin solvencia técnica" y sin capacidad para contratar.
A pesar de todos los escándalos, de todas las sombras, de la corrupción, de la deriva autoritaria, de la nefasta política exterior y de llevar 6 años en el gobierno sin resolver ninguna cuestión de Estado más allá de maquillaje y propaganda, Sánchez aguanta haciendo gala de su manual de resistencia. Mientras tanto, la oposición se tambalea y no es capaz de plantear una alternativa de país sólida que vaya más allá de las meras reacciones puntuales a la acción de gobierno. Feijóo vence pero no gana; convence pero no ilusiona. Unas generales no cambiarían mucho el actual arco parlamentario. Y así estamos e la nave va...