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El veneno de los influencers: turismo de exterminio

Por Juan Carlos Rodríguez Tur
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rodriguezturicaiborg/12/12/18
jueves 10 de octubre de 2024, 08:40h

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En la era de los likes y los filtros de Instagram, nada parece ser sagrado. Y es que los influencers, esos seres humanos que nacen y mueren por una historia de 15 segundos, han encontrado otra manera de destruir lo poco auténtico que nos queda: la geolocalización. Si pensabas que lo peor que podían hacer era promocionar tés detox y pastillas milagrosas para adelgazar, prepárate para conocer su última hazaña: el turismo de exterminio. Sí, ese en el que publican sin remordimiento las ubicaciones exactas de los lugares que visitan, condenándolos a la sobreexposición y, eventualmente, a la ruina.

No importa si es una playa secreta, un restaurante que sobrevive con esfuerzo o un rincón natural casi intacto. Si un influencer llega allí, ese lugar tiene los días contados. ¿El motivo? Esa bendita costumbre de publicar "en tiempo real" dónde están y lo maravilloso que es, atrayendo a hordas de turistas ansiosos por la foto perfecta. Lugares que antes se descubrían tras una conversación con los lugareños, una caminata o un desvío, ahora se vuelven tan accesibles como un meme viral. Y así, adiós autenticidad, hola destrucción.

Es como si estos personajes, tan ávidos de atención como ignorantes del impacto que generan, hubieran inventado una nueva forma de colonialismo digital. No se conforman con ser los primeros en llegar, tienen que asegurarse de que tú, yo y todo aquel con acceso a internet también lo sepamos, arruinando cualquier posibilidad de que el lugar siga siendo especial.

Esos rincones paradisíacos que antes eran refugio para almas aventureras y curiosos, ahora se convierten en estaciones de servicio para turistas de paso, cuyos pies solo se posan allí para una foto que dura menos que el viaje de vuelta. La basura se acumula, los precios suben y la tranquilidad se desvanece. Y cuando el influencer de turno se va con su séquito de seguidores, el lugar queda devastado, como un campo de batalla después de una guerra silenciosa pero igualmente destructiva.

Lo peor es que muchos de estos influencers no tienen ni la más mínima conciencia del daño que provocan. Porque para ellos, su propósito vital es "inspirar", aunque lo único que inspiran es el caos. Se autoproclaman promotores de la aventura, del descubrimiento, pero en realidad son destructores en serie de lo que dicen amar. El arte de viajar se ha convertido en el arte de consumirse a uno mismo y consumir lo que queda de nuestro maltrecho planeta.

No, querido lector, los influencers no son exploradores, son plagas. Y cada vez que publican la geolocalización de un rincón desconocido, están firmando la sentencia de muerte de ese lugar. Así que la próxima vez que usted vea a uno de estos modernos destructores posar en algún sitio recóndito y le sugiera que vaya, hágale un favor a la humanidad (y a la naturaleza): no vaya. Quizás, con un poco de suerte, podremos salvar algunos sitios antes de que todo el planeta se convierta en un parque temático diseñado para las cámaras y no para las personas.

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