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Naufragio moral

Por Fernando Navarro
viernes 04 de octubre de 2024, 05:00h

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Fernando Buesa, político del Partido Socialista de Euskadi, fue sucesivamente concejal de Vitoria, miembro del parlamento vasco, diputado foral de Alava, y vicelendakari y consejero de educación en un gobierno de coalición entre el PSE y el PNV. Después siguió siendo líder del PSE en Álava y portavoz en el parlamento vasco. En febrero de 2000 caminaba con su escolta por el campus de Vitoria de la UPV cuando el etarra Luis Mariñelarena los asesinó haciendo detonar un coche bomba estacionado a tal fin. Unos meses más tarde, en octubre, Luis Portero, Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, entró en el portal de su casa de Granada y, mientras esperaba el ascensor, fue asesinado de dos tiros por la espalda por el etarra Harriet Iragi.

La Consejera de Justicia y Derechos Humanos del Gobierno vasco es la socialista María Jesús San José. Tiene a su cargo la gestión de las prisiones vascas, algo que gestionaba el PNV desde que fueron transferidas al País Vasco en 2021. Hace unos días hizo un enérgico discurso en el que prometió un cambio en la política penitenciaria respecto a la llevada a cabo por sus predecesores, lo que hizo pensar que el flujo saliente de presos iba a disminuir. No había transcurrido aún una semana cuando se supo que María Jesús San José había aprobado el tercer grado a Mariñelarena e Iragui. La condena del primero finaliza en 2032, así que sale a la calle con ocho años de antelación; por su parte Iragui, que tiene más asesinatos a sus espaldas (el de José María Martín Carpena y el de Antonio Muñoz Cariñanos) estaba condenado a penas superiores a cien años.

¿Están arrepentidos? Como recuerda Mikel Buesa -hermano de Fernando- el estado mental de los asesinos es irrelevante a estos efectos. El «arrepentimiento» al que se refiere la legislación penal y penitenciaria española es un hecho objetivo: la colaboración con la Justicia para esclarecer los crímenes de ETA. Esta figura está importada de la legislación italiana, y los arrepentidos de las Brigadas Rojas, a los que se aplicaban beneficios, eran los que delataban a sus compañeros. Ni Mariñelarena ni Iragui han colaborado con la Justicia; tampoco han pedido perdón a los familiares de las víctimas; se han limitado a firmar una especie de formulario estándar que, al parecer, es suficiente para María Jesús San José. En cuanto al arrepentimiento real de Mariñelarena e Iragui, parece bastante improbable: ambos continúan vinculados al entorno de Sortu y pancartas con sus caras aparecen en sus frecuentes manifestaciones. En cuanto a sus víctimas, continúan muertas.

Conviene recordar algunos de los hitos del camino que ha conducido hasta aquí. En diciembre de 2019 Adriana Lastra y Rafael Simancas se hicieron una foto con representantes de Bildu; aparecen con cara de circunstancias porque saben que el movimiento de la ventana de Overton –es decir, el tiempo que necesita el sectarismo del votante para normalizar la vileza de su partido- aún no se ha producido. En mayo de 2020 el PSOE ya se atrevió a estampar su firma junto a la de Bildu en un acuerdo para prorrogar el estado de alarma y de paso derogar la reforma laboral. En octubre de 2021 Otegi habló -«así de alto y de claro os lo digo»- de la excarcelación de los presos etarras: «tal vez en seis años, pero no lo puedo decir en público». Y a continuación describió la transacción: «tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los Presupuestos, pues los votamos». En octubre de 2023 Pedro Sánchez decidió que sus votantes ya estaban suficientemente macerados como para hacerse él mismo una foto estrechando la mano de Merche Aizpurua. Ahora, un año más tarde, la Consejera socialista decide la semilibertad de Iragui y Mariñelarena.

Tal vez por unir esta línea de puntos Mikel Buesa y Daniel Portero, hijo de Luis Portero, han coincidido en una afirmación: no se lo perdonaré nunca al PSOE. En realidad hace unos años todo esto habría escandalizado también a la mayoría de votantes socialistas, pero ya no; una parte significativa de los votantes siguen a sus partidos allá donde vayan, y reordenan la realidad en función de las posiciones que va ocupando. Y esta es la historia infame del PSOE actual: un líder amoral, secundado por un coro de esclavos silentes, ha conducido a su partido a un lugar del que sus votantes saldrán envilecidos. Porque, a través de su sectarismo, el interés personal de Sánchez ha acabado determinando su postura moral.

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