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Imagen de la huelga general de noviembre de 2012
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Imagen de la huelga general de noviembre de 2012

Del rescate de la banca a las dos huelgas generales

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 05 de octubre de 2024, 16:46h

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Cuando empezó 2012, la mayoría de países desarrollados llevaban ya tres años en una situación económica muy delicada, a causa de la crisis financiera que se había desatado en 2008 en todo el mundo. En España, había habido elecciones generales en noviembre de 2011, con la victoria por mayoría absoluta del PP y el pase a la oposición del PSOE. De ese modo, Mariano Rajoy relevó como presidente del Gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero, quien ya en mayo de 2010 se había visto obligado a aplicar diversos recortes presupuestarios para intentar hacer frente a esa crisis. Por su parte, Rajoy tuvo que hacer varios ajustes en esa misma línea ya desde enero de 2012, unos ajustes que serían contestados en la calle por una parte de la sociedad española.

Los vaticinios iniciales en relación a cómo podría ser 2012 no eran demasiado optimistas ni halagüeños, y no sólo en el ámbito económico. Baste decir que el antiguo calendario maya había profetizado en su momento que el fin del mundo llegaría el 21 de diciembre de ese año. Por suerte para todos, no acabaría siendo así. "No es una fecha fatal. Es sólo un cambio de era. Vamos a entregar el tiempo presente para poder recibir el futuro. Para ello hay que prepararse", explicaba en aquellas fechas la máxima autoridad moral y ancestral del pueblo maya quiché en Guatemala, Tomás Calvo Mateo.

El Apocalipsis no había llegado, pero la crisis económica seguía ahí, una crisis cuyo origen cabría situar en Estados Unidos en el verano de 2007, cuando quebraron varias entidades bancarias norteamericanas que habían concedido numerosas hipotecas de alto riesgo en los tres años anteriores. Los impagos de los clientes y la subsiguiente falta de liquidez de dichos bancos provocaron su cierre y también el cierre de muchas de las entidades financieras que previamente habían prestado dinero a esos bancos. A partir de ahí y teniendo además en cuenta que vivimos en un mundo cada vez más globalizado, era ya sólo cuestión de tiempo que el estallido de esa burbuja inmobiliaria acabara afectando de uno u otro modo a otros países desarrollados y provocando un efecto dominó literalmente imparable.

El goteo de quiebras que se había iniciado en 2007 continuaría en 2008, en paralelo con la caída de las principales bolsas mundiales, algo que afectó de manera especial a la economía de Estados Unidos y a la de la Unión Europea, que parecían estar a las puertas de una inesperada recesión, como así sucedería finalmente. En este contexto, un hecho clave fue la entrada en bancarrota del cuarto banco de inversión más grande de EEUU, Lehman Brothers, que se produjo el 15 de septiembre de 2008. La quiebra de Lehman Brothers arrastraría a otras entidades y evidenciaría la gravedad y la profundidad de la crisis financiera que se estaba viendo ya en todo el mundo.

Cuando hoy se analiza aquella época, se suele hacer también referencia a otros factores que contribuyeron de manera importante al inicio de lo que hoy se conoce como 'la Gran Recesión'. Entre dichos factores cabe citar el incremento en los precios de los alimentos a nivel mundial entre 2007 y 2008, el aumento del coste del petróleo por la guerra de Irak o una deficiente regulación de la actividad de las entidades bancarias por parte de muchos estados.

En una tesitura tan compleja y complicada, la Unión Europea adoptó entonces una serie de medidas económicas sin precedentes, bajo la inspiración y el liderazgo continuado de la canciller alemana Angela Merkel, que gobernaría en su país desde 2005 hasta 2021. La principal medida que se puso en marcha fue la de rescatar a los países de la UE que se encontrasen más endeudados, ante el temor a que la posible caída de esos países acabase provocando el colapso de la propia Unión. Finalmente, serían rescatadas totalmente Grecia, Irlanda y Portugal, mientras que España lo fue sólo de forma parcial. A cambio, estos cuatro países tuvieron que comprometerse a realizar toda una serie de ajustes, que incluyeron la subida de impuestos y los recortes en materia social, para intentar disminuir su deuda y controlar su déficit.

LA CRISIS EN ESPAÑA

El presidente del Gobierno entre 2004 y 2011, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, había disfrutado de una primera legislatura muy plácida a nivel económico, una tranquilidad que desaparecería por completo en su segunda legislatura al frente del Ejecutivo. Así, todo lo que había ido bien en el periodo 2004-2008, empezaría a ir cada vez peor en el periodo 2008-2011. Antes del inicio de ese deterioro, tuvo lugar en Palma la XXI cumbre hispano-alemana, que se celebró el 31 de enero de 2008. Este evento, presidido por Zapatero y por Merkel, se desarrolló en el marco de una fase todavía bastante dulce para la economía española.

Cabe recordar que hasta 2007 el empleo estuvo creciendo a un buen ritmo en nuestro país y los ingresos del Estado también. Estos indicadores positivos motivaron que en septiembre de ese año Zapatero llegase a afirmar que España estaba en la "Champions League de las economías mundiales". Siguiendo con ese símil futbolístico, el presidente también proclamó: "España es la que más partidos gana, la que más goles ha metido y la menos goleada". Asimismo, dijo que España estaba preparada, "como nunca lo ha estado", para una posible recesión futura. En aquel momento, el ministro de Economía era Pedro Solbes.

Poco después del inicio de su segundo mandato, Zapatero concedió una larga entrevista a El País, que sería publicada el 29 de junio de 2008. Su titular era: "Es un tema opinable si hay crisis o no hay crisis". Aun así, el presidente reconocía que si bien la economía española había crecido en 2007 por encima del 3,5 por cien, en 2008 seguramente crecería sólo en torno a un 2 por cien —al final fue un 1,2 por cien—. A su juicio, las causas de ese "acusado" descenso eran el contexto internacional, el precio del petróleo y los tipos de interés.

"En nuestro país se nota sobre todo en el sector de la construcción, que es el que está lastrando crecimiento al PIB y elevando las cotas de desempleo, creemos que hasta el segundo trimestre de 2009", avanzó. Por último, Zapatero quiso poner en valor que en España había en 2008 "unos recursos de protección y de apoyo social" que hasta entonces no habría habido nunca antes, por ejemplo "en cobertura de desempleo, o en subida de las pensiones y de los salarios mínimos". En ese sentido, hizo hincapié en algunas de las nuevas prestaciones aprobadas por su Gobierno, como los 2.500 euros por hijo para las familias, "y son casi 390.000 familias".

Unos meses después de aquella entrevista, dejaría de ser ya opinable si en España había crisis o no, pues en el último trimestre de 2008 hubo un crecimiento negativo del 0,7 por cien y en el primer trimestre de 2009 ese decrecimiento llegó hasta el 3 por cien. Pese a ello, el Gobierno seguía siendo entonces moderadamente optimista. Así, en mayo de ese mismo año, la recién elegida ministra de Economía, Elena Salgado, aseguró ante los medios que en unas pocas semanas se podrían ver los primeros brotes verdes en la economía española desde el inicio de la recesión, unos brotes verdes que, por desgracia, nunca llegaron a hacerse realidad.

LA ZONA EURO

El informe anual del Banco de España de 2009 acabaría mostrando la dura realidad en la que estaba sumergida ya la economía española. "La recesión que se inició en España a mediados de 2008 continuó en 2009, con especial virulencia en el primer semestre, para después ir perdiendo intensidad. Con todo, en el conjunto del año el descenso del PIB fue sustancial, del 3,6 por cien", afirmaba dicho informe, si bien también especificaba que "el retroceso de la actividad no fue distinto del que se registró en la zona del euro". Aun así, la intensidad de esta recesión estaba siendo "superior a la de crisis anteriores".

En nuestro país, la mayor parte de los indicadores continuaban siendo negativos a principios de 2010, en especial por el estallido de nuestra propia burbuja inmobiliaria, la contracción de la inversión y un continuo incremento de la tasa de paro. En la zona euro, de la que formábamos parte, la situación no era mucho mejor, con el lastre añadido de que Grecia estaba a punto de quebrar por el altísimo nivel de su deuda. Por ello, entre finales de abril y principios de mayo, la Comisión Europea (CE) acordó hacer un préstamo de rescate al país helénico, un préstamo en el que también participaron el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La CE, el BCE y el FMI empezarían a ser conocidos poco después como 'la Troika' o, más coloquialmente, como 'los hombres de negro', en referencia a los funcionarios de estos organismos que se encargaban de supervisar in situ el estricto cumplimiento de las condiciones impuestas a cada uno de los países que previamente habían solicitado ser rescatados. Además de Grecia —que pediría un segundo préstamo en julio de 2011—, serían rescatadas también totalmente Irlanda y Portugal, en diciembre de 2010 y mayo de 2011 respectivamente.

El riesgo de una posible implosión de la zona euro no sólo derivaba del hecho de que algunos países estuvieran muy endeudados, sino también de la evidencia de que otros países tenían unos déficits muy elevados y no lograban reducirlos. En este punto convendría quizás recordar que si bien los conceptos de 'deuda' y de 'déficit' están interrelacionados, definen dos cosas distintas. Así, la deuda refleja el total de dinero que un país debe a otros países o a determinados organismos, mientras que el déficit se da cuando un estado gasta más de lo que ingresa en un ejercicio presupuestario concreto.

En el caso de España, lo que más inquietaba a Merkel en el primer semestre de 2010 no era nuestra deuda, que también, sino nuestro elevado porcentaje de déficit en los dos años anteriores, tras un trienio en el que España incluso había llegado a tener superávit. Cabe recordar, en ese sentido, que si en 2008 nuestro déficit había sido ya del 4,57 del PIB, en 2009 se dobló y se situó en el 11,28 por cien del PIB. Tras varias reconvenciones previas, en la primera semana de mayo la UE advirtió a nuestro país de que la situación no podía seguir así y de que debía controlar ya el gasto público como fuera.

EL INICIO DE LOS RECORTES

La preocupación por la creciente inestabilidad financiera de España y por sus posibles repercusiones sobre la economía mundial llegó hasta el otro lado del Atlántico, más en concreto hasta la Casa Blanca. El 11 de mayo de 2010, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó a Zapatero para presionarle para que emprendiera reformas urgentes en materia económica. "Ambos discutieron de la importancia de que España adopte acciones resolutivas como parte de los esfuerzos europeos para reforzar sus economías y la confianza de los mercados", resumía la nota de prensa emitida por la Casa Blanca tras esa conversación entre los dos líderes.

Un día después, el 12 de mayo de 2010, Zapatero compareció en el Congreso para anunciar drásticos recortes presupuestarios por parte de su Gobierno, sobre todo en gastos sociales. El presidente dio a conocer que se reduciría en un 5 por cien el salario de los funcionarios, que se congelarían las pensiones en 2011, que se recortaría el gasto para dependencia y que se eliminaría el cheque bebé de 2.500 euros. Ese golpe de timón económico contravenía todo lo que el Ejecutivo había venido defendiendo o impulsando desde 2004, pero se hizo indispensable en un momento en que la UE estaba pasando por una de sus situaciones más comprometidas desde su creación.

La segunda legislatura de Zapatero debía acabar en 2012, pero el presidente decidió adelantar las elecciones generales a noviembre de 2011. En aquellos comicios, se enfrentaban Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato del PSOE y Mariano Rajoy como candidato del PP. Tal como apuntaban todas las encuestas, Rajoy lograría la mayoría absoluta, siendo elegido presidente del Gobierno por las Cortes el 20 de diciembre.

Rajoy inició su primer mandato al frente del Ejecutivo con una subida de impuestos. Durante la campaña electoral había prometido justo lo contrario, es decir, una bajada de la presión fiscal, pero la difícil coyuntura por la que estaba pasando España le obligó a incumplir esa promesa. El ministro de Economía era Luis de Guindos y el de Hacienda era Cristóbal Montoro, que no siempre coincidían sobre las medidas que debían tomarse en aquellos momentos.

En donde sí había unanimidad era en la convicción de que para poder revertir el continuo incremento del paro en España era urgente preparar una reforma laboral, que sería aprobada mediante decreto ley el 10 de febrero de 2012. Uno de los objetivos principales de esta reforma del mercado de trabajo era, precisamente, "crear las condiciones necesarias para que la economía española pueda volver a crear empleo y así generar la seguridad necesaria para trabajadores y empresarios, para mercados e inversores".

LAS CAJAS SE FUSIONAN

Además del empleo, una de las cuestiones que más preocupaba al nuevo Gobierno era la precaria situación de algunas de las principales cajas de ahorros españolas, una fragilidad que estaba motivada casi en exclusiva por la temeraria concesión de créditos a constructoras y de hipotecas a particulares durante varios años. De hecho, cuando se inició la recesión se pudo comprobar hasta qué punto habían sido arriesgadas todas aquellas operaciones.

Por ello y para intentar evitar la quiebra de las entidades afectadas, hubo varias fusiones bancarias en el conjunto del Estado. En el caso de Baleares, Sa Nostra se fusionó con Caja Murcia, Caixa Penedès y Caja Granada, una unión que derivó en la creación del Banco Mare Nostrum (BNM). De todas las fusiones de cajas de ahorros que hubo en nuestro país, seguramente la más importante fue la que acabó dando lugar al nacimiento de Bankia, que se produjo en 2011.

Sin embargo, al inicio de 2012 se pudo constatar que las citadas fusiones no habían dado el resultado esperado, en un contexto en el que, además, la prima de riesgo estaba disparada en España, por encima de los 600 puntos. Cabe recordar que el concepto 'prima de riesgo' hace referencia al coste adicional o interés añadido que debe asumir un país para conseguir la financiación que necesita, un dato que se calcula comparando la realidad económica de ese país con la de otro país. En el caso concreto de España, ese otro país con el que desde hace décadas se establece siempre la comparación es Alemania.

En aquellos primeros meses de 2012, los mercados daban entonces por descontado que el rescate de España era ya prácticamente inminente. Por su parte, Rajoy insistía una y otra vez en que no habría ni rescate total —que era el que habían sufrido Grecia, Irlanda y Portugal— ni rescate parcial, entendido este último como un hipotético rescate de la banca. Aun así, ante la evidencia de que la economía española no podría remontar a corto plazo y ante el temor a un crack financiero, España empezó a negociar con la UE una posible solución que pudiera ser aceptada por todos.

Finalmente, el 9 de junio de 2012 De Guindos anunció que España había solicitado y obtenido de la Unión Europea una línea crediticia de hasta 100.000 millones de euros, que el Estado utilizaría para sanear el sistema financiero español, sobre todo las cajas de ahorros. Al final, España sólo utilizó unos 45.000 millones de ese préstamo, aunque se estima que el total de ayudas destinadas por nuestro país al sector bancario llegó a los 58.000 millones.

MIRANDO AL FUTURO

Desde el retorno de la democracia a España, nuestro país había vivido hasta 2011 diez huelgas generales, tres de ellas motivas por sendas reformas laborales. Cronológicamente, dichos paros habían tenido lugar el 14 de diciembre de 1988, el 27 de enero de 1994 y el 29 de septiembre de 2010; en los dos primeros casos con el socialista Felipe González como presidente del Gobierno. Teniendo en cuenta estos antecedentes, todo hacía prever que la reforma laboral aprobada por Rajoy en febrero de 2012 sería también contestada en la calle por la clase trabajadora.

Y así fue, pues los principales sindicatos nacionales, entre ellos UGT, CC OO, USO, CGT o CNT, convocaron una huelga general para el 29 de marzo de 2012, bajo el lema "Quieren acabar con todo, con los derechos laborales y sociales". Tras esta movilización, el Gobierno expresó su respeto hacia quienes habían participado en ella, pero insistió en que la reforma laboral era necesaria y confirmó que la mantendría. Con posterioridad, en el mes de julio, Rajoy aprobó nuevos ajustes, que incluían la subida del IVA del 18 por cien al 21 por cien o la supresión de la paga extra de Navidad a los funcionarios en 2012. El objetivo de esas medidas era intentar equilibrar las cuentas públicas, pero en cualquier caso fueron muy criticadas por los sindicatos.

Los secretarios generales de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, y de UGT, Cándido Méndez, advirtieron entonces que no descartaban convocar otra huelga general antes de final de año contra las políticas económicas que estaba aplicando el Gobierno. Este nuevo paro tuvo finalmente lugar, en concreto el 14 de noviembre de 2012, bajo el lema "Nos dejan sin futuro. Hay culpables. Hay soluciones".

Esta segunda huelga general es recordada todavía hoy por dos peculiaridades especiales. La primera es que se celebró apenas ocho meses después de la anterior, con lo cual España vivió por vez primera dos huelgas generales en un mismo año. La segunda peculiaridad es que otros países europeos convocaron también para ese mismo día un paro general, un paro que por ejemplo fue absoluto en el caso de Portugal o parcial en el caso de Italia.

Pese a ambas movilizaciones y a otras posteriores de menor rango, el Gobierno español y los sindicatos mantuvieron siempre su capacidad de interlocución y de diálogo, lo que permitió que, con el esfuerzo de todos, el país fuera saliendo poco a poco y de manera progresiva de la recesión. Aun así, esta crisis continuó todavía hasta 2014, momento en que la economía española volvió a crecer de nuevo.

Al final, 2012 no fue, como se temía, una fecha fatal, sino sólo un cambio de era, como había pronosticado ya la máxima autoridad moral y ancestral del pueblo maya. "Vamos a entregar el tiempo presente para poder recibir el futuro. Para ello hay que prepararse", habían sido sus palabras. Y fue ese mismo tiempo el que, por fortuna, acabó dándole la razón.

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