Estamos padeciendo una época convulsa al borde del precipicio social. Y todo por culpa del dinero. Empieza la pelea política por el control del Estado, y no se ponen de acuerdo la izquierda y la derecha en los temas más importantes y sangrantes que afectan a toda la ciudadanía. El Parlamento se ha convertido en el patio del colegio, con circo mediático, en el cual no interesa nada de lo que se debate en favor de los más desfavorecidos. Todo es, y tú más. No solucionamos el problema de la vivienda, porque los constructores están agobiados por los impuestos y tasas que deben asumir a la hora de iniciar una obra. Es decir, el poder político lo que quiere es ingresar mucho dinero, para poder repartirlo entre los amigos y militantes. Tanto a nivel nacional, como en las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos. En algunos países europeos, el estado aporta hasta el 50% del coste de una promoción inmobiliaria a cambio de quedarse con el 50% de los inmuebles construidos, y estos se destinan alquileres sociales y venta a colectivos con necesidades habitacionales. Aquí, lo que queremos es ganar más que el empresario constructor o el promotor que invierte su dinero para construir viviendas. Y no habrá pisos para los más desfavorecidos si los que han de construirlos no ganan al menos el 20% de lo que invierten. No hay dinero para mejorar la sanidad pública. Algunas autonomías, antes gobernadas por los socialistas y los nacionalistas y ahora por el PP, VOX y los nacionalistas, siguen prefiriendo pagar a la sanidad privada para que asuma la demanda de los ciudadanos. Todo por dinero. Sería más fácil aumentar las plantillas de profesionales de la sanidad, aumentar sus sueldos y mejorar aún más la calidad de la asistencia sanitaria universal. Algún día, alguien investigará las posibles comisiones secretas que habrían cobrado partidos y políticos de toda raza y condición, al derivar pacientes de la pública a las privadas. No hay dinero, dicen, para mejorar la educación pública. Aceptamos que hay que dar educación gratuita a los nacionales y a los inmigrantes que se han quedado en nuestro país, comunidad y ciudad. Y no hay dinero suficiente. Así que bajamos la calidad de la enseñanza, pagan el pato los maestros y profesores, y los responsables miran hacia la Meca, es decir, hacia Madrid, que tiene la culpa de todo. No hay dinero para las comunidades del PP. De hecho, la ministra de Sumar ha dicho que no les va a dar lo que les corresponda, hasta que no apliquen la ley que el Gobierno ha aprobado en referencia a la vivienda. Ya veremos si la señora, dueña del dinero de todos los españoles, cumple su amenaza en Navarra y el País Vasco. España es el país de Europa con menor productividad. Es decir, los trabajadores españoles, en su conjunto, son los que menos producen en sus puestos de trabajo. Y ahora a la ministra de turno se le ocurre que hay que trabajar menos, para ganar lo mismo. Muy de izquierdas intenta ser, pero no tiene ni idea de economía ni del mercado laboral. Debería hablar con sus asesores de CCOO y de la UGT para que le expliquen cómo funciona una PIME. Si el trabajador gana más no trabajando, gracias a los subsidios y paguitas políticas, no asumirá sus responsabilidades. La gran mayoría de los españoles son trabajadores, es decir, dedican su tiempo laboral por obligación. Pero, con los sueldos que cobran, cada vez son más los que pasan. Y el dinero, siempre el dinero, es lo que ha llevado a la familia Rey a vender sus intimidades con el rey. ¡Qué asco!