Ábalos vuelve a señalar a Armengol. Bajo el eufemismo de “compra exótica”, el exministro convertido en ariete del Gobierno en defensa propia advierte lo que a todas luces parece un trato de favor del Govern balear que presidía Armengol en la trama Koldo. Precios de mascarillas multiplicados, contratos apresurados sin fundamento jurídico ni técnico, mascarillas millonarias que resultaron ser defectuosas… Armengol ha sido ya decapitada como lideresa del partido en Baleares y han desaparecido sus opciones de disputarle el Consolat a Prohens.
Pero no es el único escándalo que cerca a los socialistas mal dirigidos por un Negueruela balbuceante y acorralado, sino que ayer nos despertamos sabiendo que al exalcalde de Eivissa, Rafa Ruiz, la propia fiscalía le pide tres años de prisión por fraude y prevaricación. El hombre de confianza de Armengol en la APB, Gual de Torrella, se enfrentará a una petición de 9 años de cárcel. El segundo, al no ser político profesional, fue defenestrado rápidamente para que no salpicara al partido. En cambio Ruiz, que ya ha saltado de la secretaría general de su agrupación local, todavía sigue siendo el portavoz de los socialistas en Vila. Si le abren juicio oral, con los estatutos en la mano, debe dimitir. Si tuviera sentido común lo hubiera hecho después de la derrota electoral humillante que sufrió en los últimos comicios, pero ahora hablamos de un proceso penal por corrupción.
El PSIB no puede permitirse tener un cargo al que su propia fiscalía le pide tres años de prisión. Sin liderazgo, con un oposición débil y sin poder territorial, los socialistas deben sobrevivir y no pueden hacerlo con un portavoz municipal de una capital al que le señala tanto la acusación particular como el ministerio público. Ruiz debe dimitir. Armengol también lo debería haber hecho hace tiempo, pero los 215.490€ que percibe como presidenta del Congreso son muy golosos como para anteponer la dignidad y el sentido común.
Ábalos seguirá cantando mientras se sienta amenazado. Ante un PSOE débil que suma una derrota parlamentaria tras otra, el ex ministro mantiene un pulso para sobrevivir políticamente. Augura con darnos grandes momentos, a pesar de lo que desearían en La Moncloa. Sin liderazgo, sin expectativas electorales y amenazados por la corrupción, el PSIB debe virar sin demora y recomponer los restos de un partido que pasa por sus horas más bajas.