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El PSOE enfanga la política en Santa Margalida

martes 03 de septiembre de 2024, 00:00h

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La inaudita campaña de acoso y derribo contra el político de Convergència y alcalde de Santa Margalida, Joan Monjo, orquestada por el PSOE y liderada por Catalina Cladera, representa un lamentable ejemplo de la política más mezquina y destructiva. Las acusaciones dirigidas contra Monjo, centradas en la gestión del agroturismo que administra su hija, y que se califica sin ambages de ilegal, sin guardar la mínima prudencia, no solo carecen de fundamentos sólidos, sino que también revelan un intento descarado de minar la reputación personal y política de un veterano servidor público.

Monjo ha defendido con firmeza la legalidad del agroturismo, aportando documentos que acreditan la corrección de su situación administrativa y que analiza la autoridad competente. Sin embargo, estos hechos han sido convenientemente ignorados en favor de una narrativa sesgada que tiene como único objetivo desacreditarle. La estrategia del PSOE de utilizar informaciones distorsionadas para lanzar un ataque personal es injusta y refleja una desesperación política preocupante. Los socialistas exigen que Monjo dimita y que el agroturismo s'Atalaia Blanca sea clausurado. Y si no se hace, acusan falsamente al Consell de Mallorca de trato de favor.

Monjo ha defendido con firmeza la legalidad del agroturismo, aportando documentos que acreditan la corrección de su situación administrativa y que analiza la autoridad competente.

El daño que esta campaña está infligiendo no se limita a Monjo como figura pública, sino que se extiende de manera cruel a su familia. Atacar a una familia, y más aún con argumentos tan débiles, es un acto que debería causar repugnancia en cualquier sociedad democrática. La dignidad y el respeto por las personas, sean o no figuras públicas, deben ser valores inviolables en cualquier democracia.

Catalina Cladera y su equipo han optado por una táctica que los sitúa en el terreno del fango más abyecto, donde la política deja de ser una herramienta para el bien común y se convierte en un instrumento de destrucción personal. Este tipo de comportamientos desprestigia la política, pero tarde o temprano se vuelve en contra de quienes los protagonizan, pues no son dignos de representar democráticamente a la ciudadanía.

La política no debe ser un campo de batalla donde todo vale. Es necesario recordar que detrás de cada figura pública hay una persona y una familia que merecen respeto y justicia. Las discrepancias políticas nunca deberían justificar un ataque despiadado y personal como el que se está llevando a cabo contra Joan Monjo.