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Rehumanicemos: esti(g)ma por estigma

jueves 22 de agosto de 2024, 09:28h

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Crash. De nuevo el lado oscuro de una dramática realidad emerge súbitamente - así es la vida- y nos conmueve y remueve insoportablemente. En un pueblo pequeño, donde todos se conocían, un niño de once años que estaba jugando con unos amigos, muere de forma trágica y pierde su vida de forma violenta. El agresor es un joven del pueblo que según la prensa tenía una “discapacidad”. Más tarde el agresor explica “que era su otro yo, que me robo la cara”

Estos son los hechos pero desconocemos el guión. ¿Cuál es la intrahistoria de este grave suceso violento? Muchas veces no la conocemos. Hay muchas preguntas con a veces pocas respuestas. Hay que tener en cuenta muchos factores causales: la biografía, la personalidad, el contexto familiar y social, la existencia de antecedentes de patología psiquiátrica, de un trastorno de la personalidad y sobre todo su estado mental en los días previos. ¿Padecía un episodio psicótico, tenía actividad delirante o alucinatoria?

Yo metaforizo que nuestro cerebro es como la tarjeta visa, a veces entra en quiebra total y el psiquismo se desborda como un gran tsunami (miedo, desconfianza, desesperanza) o páramo emocional (desafección total por los que queremos) y se activan circuitos que conducen a un gran auto y heteroagresividad.

Estamos preparados para soportar muchas cosas, pero la soledad psicológica. (buscada en los pacientes gravemente deprimidos) es el peor de los tormentos, por encima de la muerte. Una situación traumática y dolorosa, que no puede ser elaborada psíquicamente es “vomitada” a través del daño. Cuanto sufrimiento insoportable en la cueva inhóspita de la soledad.

El tratamiento mediático del traumático suceso es de “juzgado de guardia”: imprudente, irresponsable, sesgado, vergonzoso y vergonzante. Es descorazonador e indignante y demuestra la maltrecha ética y profesionalidad de muchos opinadores y periodistas. Han perdido una gran ocasión para que de nuevo no se estigmatizara a los enfermos mentales, a los que una vez más se les asocia la peligrosidad y la violencia. Por eso varias asociaciones de Salud Mental han denunciado el comportamiento mediático al respecto, defendiendo la dignidad y el respeto que se merecen los muchos ciudadanos que padecen un trastorno mental.

Hagamos un poco de pedagogía.

Además de la losa de la enfermedad, desde edades tempranas y de la espada de Damocles que supone para toda la vida, la sociedad les etiqueta, los rechaza y los discrimina. Grandes dosis de invisibilidad y silencio. Las familias de los enfermos mentales se convierten en guetos. Aislados como defensa ante los anticuerpos que la enfermedad mental genera en la sociedad. Genoma y angioma en contra del enfermo y de sus familias. El estigma ha sido y es la batalla que no podemos perder.

Primero la etiqueta despersonalizadora.El estigma es una marca o atributo que vincula a la persona con características indeseables. Es casi siempre “inconsciente” y está basada en erróneas concepciones sociales, fuertemente arraigadas en la percepción colectiva. El estigma se operativiza a través de tres factores: los estereotipos, los pre-juicios y la discriminación con la privación de derechos civiles: vivienda, trabajo. etc. Resultado: Trato indigno y bloqueo de la reintegración social.

La deshumanización es la secuela trágica de la estigmatización. Convendría recordar algunas nociones sobre la naturaleza humana para tocar con los pies en el suelo y aumentar nuestra empatía: Todos estamos predelirantes y predepresivos. Todos somatizamos. Todos somos agresivos. Todos estamos terminales. Todos estamos en riesgo de descompensarnos. Nadie es culpable ni elige padecer un trastorno mental. Todos jugamos a la lotería genética. No elegimos nuestra crianza, la familia de origen ni el lugar donde nacemos. Y aunque, pensemos y nos engañemos con la creencia que autodiseñamos nuestra vida, somos fruto de mil casualidades y del azar.

La materia prima con la que fabricamos el estigma son las creencias. Una creencia es el sentimiento de certeza sobre el significado de algo. Las creencias, que en muchos casos son inconscientes, afectan a la percepción que tenemos de nosotros mismos, de los demás, de las cosas y situaciones que nos rodean. Son una fuerza muy poderosa dentro de nuestra conducta. Cuando una creencia se instala en nosotros de forma sólida y consistente, nuestra mente elimina o no tiene en cuenta las experiencias que no casan con ella. Es difícil cambiarlas. Como decía Marcel Proust los hechos de la vida no penetran en el mundo que viven nuestras creencias, no las han hecho nacer, ni las destruyen: pueden infligir los más constantes desmentidos sin debilitarlas.

Todos estamos convocados a la lucha contra el estigma de los trastornos psiquiátricos, de los enfermos mentales, de sus familias y de los tratamientos psicofarmacológicos.

Tarjeta roja de nuevo a muchos medios. Autorregúlense, está en juego la dignidad y los derechos civiles de nuestros enfermos mentales.

Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.

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